Boca de Samá: Otro día infame en la Historia con la consecuente impunidad para el terrorismo (I).

Crecí escuchando en Historia de Cuba sobre el vil y cobarde a Boca de Samá, «un pueblito de pescadores en Oriente».

En 1971, cuando tenía 8 años, toda mi información se resumía a eso, y mi entendimiento del suceso a otro pasaje de ataques de los enemigos del Estado, como la explosión del barco mercante La Coubre, la quema de cañaverales o los asesinatos de alfabetizadores.

O sea, otro acontecimiento histórico.

Pero ¿cuánto más hay detrás de cada hecho sangriento en cualquier lugar del mundo? Lo que concierne a la gente, a la población civil, a los que quedan ineludiblemente ligados a cada gota de sangre, a cada pérdida. Y, también, el destino de la justicia, que puede ser injusto, pues en este mundo la justicia está repartida de la misma forma que lo están el dinero y los recursos: por la regla 85-15 (85% de los recursos mundiales están en manos del 15% de la población, esto es en los países desarrollados occidentales; viceversa para el resto del planeta).  

Boca de Samá en la Geografía:

(según las descripciones de EcuRed y holguincuba.net)

En la costa noroeste de Oriente la primera irregularidad que aparece es la Bahía de Samá. Su entrada tiene la apariencia de un río, debido a la forma de su boca y las elevaciones que la flanquean.

Ubicado en la hermosa Bahía de Samá, Boca de Samá —o «boca de la Bahía de Samá»— es un tranquilo pueblo de pescadores en la costa norte de la provincia de Holguín, entre Guardalavaca —8 km al este de esta— y la ciudad de Banes —conocida como la capital arqueológica de Cuba—, y a 68 km de la capital provincial —aunque otra fuente la sitúa a 70 km—, la ciudad de Holguín.

Según el Censo de Población y Viviendas de 2012, este asentamiento rural tiene categoría de caserío y pertenece al municipio de Banes.

El pueblito cuenta con una escuela primaria, un consultorio médico, jardines de frutas y una casa de campo para degustar café preparado a la antigua usanza. También se halla la Marina Marlin, desde donde se pueden realizar diversas excursiones náuticas.

Asimismo, el lugar cuenta con un monumento que conmemora el ataque terrorista en Boca de Samá.

Boca de Samá en la Historia:

Según el sitio EcuRed, se supone que fue por aquí por donde llegaron algunos grupos aborígenes pertenecientes a la cultura aruaca —de la cual no pude establecer si tenía vínculo alguno con los arhuacos colombianos—, que dieron lugar desde el siglo VIII a la sociedad subtaína que pobló toda esta región.

Aunque el territorio que comprende el municipio Banes no fue colonizado vigorosamente, la zona de Samá se fue poblando con algunos núcleos de españoles, durante los siglos XVII, XVIII y la primera mitad del XIX.

Al estallar la guerra de independencia, las fuerzas españolas se posesionaron del territorio y Banes se convirtió en refugio para los mambises heridos y enfermos.

Por esta zona operaron los generales Calixto García y Máximo Gómez, y el 9 de junio de 1870 desembarcó por las cercanías de Boca de Samá la expedición del vapor George B. Upton.

De izquierda a derecha: George Bruce Upton, por quien nombraron al barco; el General Calixto García; y Máximo Gómez, el Generalísimo.

Durante el período de Tregua Fecunda en Banes floreció una importante plantación bananera cuyas fincas se extendieron hasta Samá y la producción de la zona se exportaba por el puerto de la bahía de Samá hacia los Estados Unidos.

Al reiniciarse la guerra en el año 1895, las fuerzas colonialistas se mantuvieron dominando toda la zona de Samá por constituir un punto estratégico de comunicación y abastecimiento.

El siglo XX comenzó en Samá igual que en Banes: con el inicio de la explotación extranjera, en este caso a través de la Sama Fruit Company. Los habitantes de este pequeño pueblo de pescadores se opusieron desde temprano a esa presencia cuando en 1903 secundaron a los portuarios del embarcadero de Banes en la primera huelga contra la patronal estadounidense que se desarrolló en la región oriental de Cuba.

De igual manera, se sumaron en 1933 al movimiento huelguístico que condujo al derrocamiento de la tiranía de Gerardo Machado.

Posteriormente, durante la lucha insurreccional, cuando la Columna # 16 se estableció cerca de esta zona, muchos se alistaron en sus filas.

El ataque terrorista:

El 12 de octubre de 1971, los habitantes de este pueblito de pescadores fueron víctimas de un ataque terrorista perpetrado la organización terrorista Alpha 66.

Según una de las fuentes consultadas para este trabajo, esta «pequeña ciudad», con una población de «unas docenas de personas» alojadas en «cabañas de madera» fue la escogida para la operación.

El ambiente del ataque se describe como una fresca noche de octubre, con luna llena y aparente calma. Aunque, según Griselda Rivaflecha Vargas, ese había sido un día muy nublado. Ella hasta la actualidad le llama «el día oscuro».

Alrededor de las 10 de la noche, un comando de catorce individuos, navegando en dos lanchas piratas y provenientes de un buque madre que aguardaba en el horizonte, identificadas como de Alpha 66, atacó el pueblo.

Los agresores burlaron la vigilancia fronteriza, aprovechando la oscuridad provocada por la rotura de la planta eléctrica, y caminaron por la orilla del mar hasta alcanzar el pueblo, tomando prisioneros a los moradores de tres viviendas e insistiéndoles que los guiaran hasta el puesto fronterizo, ubicado en una altura rocosa, con la idea de asaltarlo, y matar al jefe y a su dotación.

A pesar de las amenazas y maltratos, los rehenes no brindaron información ni accedieron a guiar a los terroristas hacia su principal objetivo. El otro fin era asaltar a la pequeña comunidad, para demostrar —mediante fotografías— que eran «valientes» y estaban dispuestos a causarle daño al gobierno cubano.

La única tienda del lugar fue saqueada por un grupo mientras que el otro abrió fuego con un mortero sobre la escuela y las casas de madera de los pobladores.

Al aproximarse al caserío sobrevino el encuentro inesperado. Mientras se dormía, las 21 casitas de Boca de Samá fueron atacadas

Pero los asaltantes encontraron resistencia. Así que, asustados, los terroristas corrieron de regreso a las embarcaciones y, mientras abandonaban el caserío hacia la nave principal, comenzaron a ametrallar todo el poblado.

El ataque mercenario duró unos 75 minutos según testimonios, lo suficiente para que todas las casas fueran impactadas, la tienda, la escuela; todo quedó arrasado por los proyectiles, incluso vidas humanas.

En su huida precipitada, los atacantes abandonaron las proclamas firmadas por la agrupación anticastrista Alpha 66 que estaban regadas por todo el poblado, y una bandera —cuya nacionalidad no pude encontrar en ninguna fuente consultada— que pretendían izar.

Los caídos:

El asalto causó la muerte de dos miembros del Ministerio del Interior (MININT), Lidio Rivaflecha Galán y Ramón Antonio Siam Portelles, y cuatro heridos graves, Carlos Escalante Gómez, entonces jefe de la Unidad de Tropas Guardafronteras de la zona, el obrero agrícola Jesús Igarza Osorio y las hermanas Aracelis y Nancy Pavón, con 13 y 15 años de edad, respectivamente.

Lidio.

Lidio Rivaflecha se encontraba en el POVC (Puesto de Observación y Vigilancia Costero) en este poblado, desempeñando sus funciones como oficial costero del Departamento de Seguridad del Estado.

Entre las 9:30 y las 10:00, el segundo jefe del POVC detectó el ruido producido por el motor de una embarcación y ordenó ocupar las posiciones de defensa. En ese momento, Lidio, en compañía de Carlos Escalante Gómez —jefe del puesto—, se dirigió al poblado para alertar a los centinelas que se encontraban en la bahía.

En la loma, en la misma boca de la bahía, cuando se encontraban en el muelle, el auxiliar Romilio Zaldívar les avisó que en la tienda del pueblo se escuchaban ruidos extraños, que hacían pensar en la posibilidad de un robo, por lo que los soldados se dirigieron al lugar de los hechos. Escalante Gómez procedió a dar el alto a los supuestos ladrones y realiza un disparo al aire, tras lo cual dispararon una ráfaga de ametralladora desde el interior de la tienda, que le causó la muerte a Lidio y a Ramón.

A Juana Vargas, la esposa de Lidio, fueron a decirle que él estaba herido, pero la mujer presintió, desde el primer momento, que habían matado a su esposo: «Aquello fue horrible, yo pensé que también me iba a morir de sufrimiento».

Juana Vargas era recogedora de café, y la llevaron al pueblo sobre un caballo, desmayada. Su hija menor, que en ese momento tenía dos años, desde ese momento no quiso que le «picaran» el pelo —o sea, recortarle el cabello— nunca más, porque su padre Lidio siempre les decía a sus hijas que le gustaba el cabello largo de las niñas, y les insistía en que no dejaran que les picaran el pelo.

Al día siguiente, Lidio fue trasladado a Santiago de Cuba, donde se le realizó un funeral multitudinario. Sus restos descansan en el Panteón de los Mártires del cementerio Santa Ifigenia. Hoy en día, una escuela en Cuba lleva su nombre.

Ramón.

Ramón Arturo (foto) se hallaba de guardia en un amarradero de embarcaciones, cercano al Puesto de Guardafronteras, cuando se produjo el ataque. Fue asesinado por los disparos de ametralladoras que sobre el indefenso lugar hicieron los atacantes.

Ramón, con apenas 24 años, había logrado su mayor obsesión: tener una niña. «Ya ve, estaba loco por tenerla y nunca pudo darle calor a su bebita», evocó llorando su mamá, Josefa Portielles.

Víctimas y testimonios:

José Abel Romero González.

José Abel Romero González fue el único maestro en la única escuela de Boca de Samá, durante años. Así rememora lo acontecido aquella noche:

«Todo el pueblo fue baleado. No hubo una sola casa que no tuviera marcas de bala. No puedo ni imaginarme cuántas balas pudieron haber disparado».

Romero tuvo conocimiento, a pesar de la oscuridad, de la muerte de los soldados del MININT bajo las balas de la tropa de Álvarez.

«Escuché cómo Ramón (Siam) cayó. Le escuché gritar. Después más disparos y finalmente silencio. Los compañeros de la policía pensaron que solo habían matado a una persona, Libiori (Rivaflecha), pero yo escuché a alguien quejándose en el otro lado del pueblo. Se iluminó el área y se encontró a Ramón, a quien le salía sangre por la boca. Estaba desplomado sobre una cerca. Le habían disparado varias veces, había sido asesinado a sangre fría».

Carlos Andrés Escalante Gómez.

Carlos Andrés, apodado «el Chino», contó ante un tribunal cómo el encuentro con los terroristas aquella noche de 1971, le valió ocho proyectiles en la pierna.

«De la lancha rápida norteamericana desembarcaron 14 hombres, mientras que en el buque madre quedó el resto para hacer fuego contra el pobladito».

«Estábamos en una cueva tratando de descifrar aun lo que la nave estaba haciendo cuando de repente un pescador vino corriendo a lo largo de la costa gritando a todo lo que le daban sus pulmones que había visto un grupo de gente».

«Rápidamente organicé la defensa en grupos de tres, al primero lo situé en barlovento, el segundo en sotavento y los demás los distribuí en varias direcciones. Corrimos hasta la escuela y entonces escuchamos un ruido. Los bandidos ya estaban en el pueblo. Estaban derribando la puerta de la tienda».

«La escuela estaba justo frente a la tienda, quizás a unos diez metros. Los tres de mi grupo salimos de la escuela. Yo iba al frente y los otros dos a mi lado. Sabíamos que había algunos bandidos en la tienda. Podíamos escucharlos destrozando cosas».

«Cuando llegamos a la tienda, yo fui hacia la puerta lateral y les grité a los que estaban dentro para que se rindieran».

Frente a él, en la oscuridad, se encontraba uno de los atacantes con una ametralladora.

«Metió la punta del arma entre las tablillas y comenzó a disparar ciegamente. Sonaba como si estuviera disparando cientos de tiros a la vez. Yo recibí ocho impactos, todos ellos en mis piernas, e inmediatamente caí al suelo. Sabía que me habían dado. El dolor era intenso y podía sentir cómo mis pantalones se empapaban con mi sangre. Pero continué disparándole con mi pistola».

«Una de las balas me impactó muy cerca de la arteria femoral. De haberme dado allí, habría muerto».

«Lidio y Ramón me acompañaban cuando comenzó el intercambio. Al primero lo mataron a boca de jarro, le quemaron la camisa con el cañón, al segundo le destrozaron la parte de las costillas y a mí me hirieron las dos piernas».

Otros dos terroristas disparaban desde dentro de la tienda, aunque pronto, asustados por la resistencia encontrada, comenzaron a correr de regreso a sus embarcaciones.

«Mientras abandonaban el caserío y regresaban a la nave principal, comenzaron a ametrallar a todo el pueblo. Todas las casas fueron impactadas, la tienda, la escuela, todo».

En 2018, Carlos Escalante dijo en una entrevista:

«Me causaron muchas heridas en las piernas que aún me duelen, pero lo peor fue la muerte de Lidio y Ramón. Éramos como hermanos. Eso nunca lo he podido superar. Cada mañana me levanto y recorro donde cayeron mis compañeros y les coloco flores, porque ellos merecen ser recordados para siempre, merecen respeto y admiración».

Nancy Pavón Pavón.

Nancy Pavón Pavón era una adolescente de solo 15 años cuando el ataque terrorista aconteció. Ella estaba durmiendo ya al todo comenzar, pero recuerda claramente el hecho que marcó su vida para siempre.

«Mi hermana Angela aún estaba durmiendo cuando yo me desperté, y entonces salté sobre ella para protegerla. Comencé a ponerme los zapatos y grité: “Estoy muerta”. Sentí algo que me golpeó, no sabía dónde, pero sabía que me había golpeado. Me dolía, pero el dolor no era grande. Estaba muy asustada. La casa estaba oscura y no podía saber con certeza qué me había pasado. Al mismo tiempo, mi hermana también gritó: “Yo también estoy muerta”». 

«Increíblemente, era la misma bala que también había impactado a mi hermana en su pie. Yo me estaba inclinando para ponerme el zapato derecho y levanté la cabeza en ese momento en que la bala llegó. Si yo hubiera estado aún inclinada, me habría matado».

«El zapato se quedó en la casa. Cuando todo hubo terminado y regresamos, estaba aún allí. Mi padre dijo que aún estaba limpio y no tenía sangre. El resto de la casa era un caos, llena de agujeros de balas y la mayor parte de las cosas rotas. Y a la vez, mucha sangre en el piso y las paredes. La piel de los pies impactados de mi hermana y míos estaba adherida a los mosquiteros».

Pasaron largos años de sufrimiento, dolor y esperanza. Cuando Nancy Pavón tenía 28 años la internaron en el hospital ortopédico Frank País, en La Habana. Le realizaron seis operaciones reconstructivas e injertos. Estuvo meses ingresada hasta que le empezaron a colocar prótesis y logró caminar, pero no terminó su calvario. Después tuvo que ser tratada nuevamente como resultado de las secuelas físicas y las sicológicas imborrables.

El 14 de julio de 1999, ante el Tribunal Provincial Popular de Ciudad de la Habana, en la Demanda del Pueblo de Cuba al gobierno de Estados Unidos por Daños Humanos, Nancy volvió a contar su amarga experiencia:

«Esa noche yo me encontraba durmiendo, cuando sentí un tiroteo. Mi papá era auxiliar de Guardafronteras y fue a presentarse. Le dijo a mi mamá que se iba a la Unidad. Mi mamá empezó a llorar porque había muchachos chiquitos. Él dijo que iba a asomarse a la loma para orientarse».
«No pudo bajar y viró rápido a la casa. Le dijo a mi mamá: “Pancha, llama a las muchachitas que parece que es un desembarco”».
«Mi hermana Ángela se quedó en la cama, y allí fue herida. Yo me tiré por encima de ella, y cuando me agaché a coger los zapatos y me paré, ella dijo: “Mami, me mataron”, y yo dije: “A mí también”. A ella la bala calibre 50 le hirió la pierna y los dos pies a mí».

«Mi papá dijo: “Tengan fuerza, no lloren, que nadie que matan habla”».
«Rápido, con el pie desbaratado…, el pie lo tenía cortado en pedacitos, el pie derecho y el otro como si me hubieran dado un machetazo, fui para la sala y mi hermana auxilió a mí mamá que estaba dando gritos, estaba en pánico».
«Mi papá dijo: “Vamos a ver cómo podemos salir de aquí con las muchachitas porque se van a desangrar”.

«Yo me quedé abajo de la mesa del comedor aguantándome los dos pies, porque era mucha la sangre que brotaba. Abajo de los tiros tuvimos que salir de la casa».
«Cuando mi papá me sienta en el camino que ya no había peligro, fue a buscar a mi mamá… Me paré y salí corriendo y mi hermana detrás de mí. Le dije a la vecina: “Nos han matado a mí y a mi hermana”».

Nancy rememora: «Yo había cumplido 15 años, y el anhelo mío cuando hacía comedias en la escuela, era que llegara el día de usar tacones. Nunca pude hacerlo, por esos desgraciados que me “chivaron” mi juventud. Y por eso estoy aquí, para demandar y apoyar todo lo que sea contra ellos. Nunca he sido feliz en mi vida».

En una entrevista publicada en YouTube en 2021, Nancy declaró: «A los 41 años de hacerme la primera amputación, me tuvieron que hacer esta —una segunda, algunos centímetros por debajo de la rodilla derecha—, porque es una cosa que no se me cura».

Monumento erigido en Boca de Samá que recuerda el ataque terrorista del 12 de octubre de 1971 y sus víctimas.

¿Qué importancia pudo haber tenido un caserío para una organización terrorista apoyada por la administración del país más poderoso? En la segunda entrega hablaremos del objetivo tras el ataque.

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Publicado por jmhernandezgonzalez

Cubano por nacimiento y corazón. Amigo de quien se lo merece, porque nada comparable con el amor a la familia como la lealtad a un buen amigo. ¿Escritor? Solamente sé que escribir para mí es más que multiplicarme en la inmensidad del tiempo y el espacio dando campanazos de imaginación.

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