
En la época en que se enmarca el hecho, Richard Nixon era el presidente de Estados Unidos, administración que, envuelta en problemas, necesitaba «una victoria sobre el comunismo». Había llegado el momento preciso para un plan cuyo objetivo era tomar «una pequeña ciudad» como preámbulo a «un ataque más amplio» y como «golpe de propaganda contra Cuba».
El ataque al poblado de Boca de Samá fue una de las numerosas operaciones terroristas realizadas por Alpha 66 a finales de la década del ‘60 y principios de la del ’70. El caserío resultó ser un blanco fácil para los terroristas producto de su lejanía, y de una línea costera salpicada por cuevas donde se podían almacenar armas y suministros.
La información sobre la autoría del hecho es confusa en las fuentes encontradas, porque varios terroristas se la adjudican.
Por ejemplo, una fuente dice que 6 días después del ataque, la organización terrorista denominada «Frente de Liberación Nacional Cubano» (FLNC), reconoció la autoría de este durante una conferencia de prensa celebrada en el Club de Mujeres Republicanas de la Florida, en la cual el propio terrorista Andrés Nazario Sargén (foto) expresó:

«Desde el momento del primer ataque comando en 1961, estábamos incitados a la guerra. Toda nuestra meta era destruir todo lo que pudiéramos dentro de Cuba».
(con este enlace puedes acceder a una reseña sobre este frente en el punto 1 del Apéndice a este artículo: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
El Gobierno de los Estados Unidos, cuando se le solicitó que replicara al comentario del cubano Sargén, afirmó: «El Gobierno estadounidense defenderá la ley en relación con todos aquellos que intenten violarla. La legislación estadounidense, incluida la Ley de Neutralidad, prohíbe expresamente la participación en cualquier expedición militar o naval lanzada desde territorio de los Estados Unidos contra una nación extranjera».
Pero los grupos terroristas siguieron operando desde Miami con oficinas físicas para representarse con toda impunidad.

El terrorista Gustavo Villoldo (foto), exmercenario de Playa Girón y uno de los hombres de la CIA que participó en la captura y asesinato de Ernesto Guevara, confirmó en público que esa organización de espionaje ordenó directamente el ataque terrorista a Boca de Samá y él fue su organizador, propuesto por la organización terrorista Alpha 66.
También el terrorista Santiago Álvarez Fernández-Magriñá (foto) se atribuyó el salvaje ataque al caserío cubano.


Todavía otra fuente informa que el 18 de octubre de 1971 fue el cabecilla anticubano José Elías de la Torriente y Ajuria (foto) quien declaró, en un banquete para recaudar fondos, ahora en el Club Nacional de Mujeres Republicanas en Nueva York, que en breve comenzaría una guerra contra Cuba.
No importa la cantidad de candidatos asesinos a adjudicarse «la victoria», había un plan detrás de esto: el Plan Torriente.
Antecedentes:
Según un artículo de 2015 publicado en cubaencuentro.com, en diciembre de 1969 circuló por Miami un llamado a la opinión pública mundial y a todos los cubanos como resultado de la reunión de los representativos de las vertientes ideológicas y los sectores del exilio para emprender un gran plan político-militar «con el objetivo fundamental de que Cuba volviera a ser una nación libre y democrática».
Al frente de esta iniciativa estaba el empresario cubanoamericano José Elías de la Torriente, quien armó su mesa de unidad de acción en la sede de la Brigada de asalto 2506 con: su jefe de turno, Juan José Peruyero; los expresidentes Carlos Prío Socarrás —depuesto por el golpe de estado de Batista en 1952— y Andrés Rivero Agüero —electo en 1958, pero que no llegó a ejercer—; Nicolás Castellanos, alcalde de La Habana entre 1947 y 1952; y la hermana de Fidel Castro, Juanita Castro.




(en el punto 2 del Apéndice puedes ver texto y fotos relacionados con esta reunión: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
Desde marzo de 1962, en sus directrices para la Operación Mangosta, la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA habían sentado como premisa seminal de todo plan contra Castro que su «éxito final requería una intervención militar decisiva de los Estados Unidos». Torriente planeó recaudar fondos, reclutar exiliados y entrenarlos para derrocar a Fidel Castro al margen de Estados Unidos. El apoyo y las bases de operaciones se buscarían en Latinoamérica y el Caribe.
(usa este enlace para leer una reseña sobre lo que fue esta operación en el punto 3 del Apéndice: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
En una actividad de miles de exiliados la noche del sábado 21 de febrero de 1970, Torriente pidió «un voto de confianza y el apoyo moral, intelectual y económico de todos los cubanos».
La idea crece:
Así empezó a recaudar dinero entre los fieles, luego del aporte inicial de 45 mil dólares del Colegio Médico Cubano Libre, presidido por el Dr. Enrique Huertas Pozo.

Tras aclarar que no podía revelar secretos de guerra, Torriente aseveró que buscaría apoyo en Latinoamérica y remachó con que los días de Castro estaban contados.
De 1969 a 1971, el plan se organizó con rapidez y fuerza, apoyado por la derrotada Brigada de Asalto 2506, el Partido Revolucionario Cubano Auténtico y de la gran mayoría de las asociaciones cívicas de la emigración cubana en Estados Unidos. Tres organizaciones extremistas, Alpha-66, Abdala y el Movimiento Nacionalista Cubano, no se sumaron a este proyecto, pues tenían sus propios intereses.

Pero una fuente asevera que Torriente se fastidió a sí mismo con la designación del general batistiano Eulogio Cantillo Porras (foto) como jefe militar del plan.
El 22 de marzo de 1970, Prío dijo por el Canal 10 de Miami —WPLG— que no prestaría ayuda económica al Plan Torriente, ya que Cantillo no solo lo había traicionado a él, al complotarse en el «marzazo» en 1952 —golpe militar de Batista contra Prío—, sino que después traicionó a Batista y, finalmente, al propio Fidel Castro para quedar como «traidor profesional», y de este modo ser la figura más negativa entre los militares exiliados.
(para saber a qué se refería Prío con esto, usa el siguiente enlace para verlo en el punto 4 del Apéndice: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
El 1ro de junio de 1970, Torriente dio por radio el parte de su gira por Brasil, Argentina, Venezuela y República Dominicana. En la Mesa Redonda de «La Fabulosa» —WFAB—, Torriente anunció que «no podía hacer públicas muchas de las gestiones, pero que el plan avanzaba». Al dar cuenta de los gastos de viaje, subrayó: «La revolución se está haciendo bastante barata».
Torriente sostenía, en su proselitismo, que las autoridades estadounidenses no eran ajenas al proyecto.
(si quieres ver algunos documentos creados en el FBI y el Departamento de Estado de Estados Unidos sobre este hombre, busca los puntos 5 y 6 del Apéndice: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
En parte, quizás, eso encendió las declaraciones del 7 de junio de 1970 hechas por Juanita Castro en el Canal 23 —WLTV-DT—: «Torriente firmó un convenio, un tratado, yo diría, con nosotros. Pero el documento de unidad que vendría posteriormente nunca se llegó a firmar, y el señor Torriente está siendo dirigido por el Departamento de Estado americano y está sirviendo única y exclusivamente a los intereses del Departamento de Estado y del Gobierno americano».
Una acción justificativa:
En vista del resquebrajamiento de la unidad de apoyo, el 3 de julio de 1970 Torriente sacó un comunicado de prensa en Madrid que anunciaba la invasión a Cuba con unos «15 mil combatientes de la libertad», dentro del mismo año y desde un país no identificado de Centroamérica. El 12 del mismo mes dio una conferencia de prensa en Miami, donde precisó que en 60 días su ejército de liberación podría estar ya luchando en Cuba.
Se había constituido el Movimiento Unitario Invasor, una suerte de esfuerzo para aunar tendencias y corrientes dentro de la emigración involucradas en el intento de invadir al territorio soberano cubano. El llamado Ejército Libertador Cubano, en formación, llevaría —supuestamente—, la democracia a Cuba por la fuerza.
Las armas que se utilizarían en la proyectada invasión habían sido compradas en Argentina, donde, en ese año, era asesor de los represores argentinos el criminal de origen cubano y agente de la CIA Félix Ismael Rodríguez Mendigutía (foto). De Argentina fueron enviadas a Brasil y después a Miami.

(conoce sobre este escándalo y otras cuitas asociadas en la disidencia cubana en Estados Unidos en el punto 7 del Apéndice utilizando este enlace: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
El aparato militar llegó a tener más de 300 hombres. Estos recibían su paga a través de una compañía de construcción que levantaba viviendas en Miami en una urbanización de Torriente, que incluso los utilizaba como peones.
Lo que sucedió, al fin y al cabo, como la única acción militar del Plan Torriente, fue el vil ataque al caserío oriental de Boca de Samá.
El cobarde ataque tenía como objetivo cometer un acto terrorista con fines propagandísticos, regresar a la Florida, y continuar en la colecta de fondos para la prometida invasión. En las propias palabras de Torriente, había sido «una operación comando, pero de tipo psicológico».
Entre los terroristas participantes en este crimen, estaban: Juan Cosculluela Iduate, alias «Calígula», capitán del buque madre que llevó a las embarcaciones atacantes hasta cerca de la costa cubana; Antonio Iglesias Pons, alias «Tony», jefe militar de la operación; Ramón Cala Charbonier, Roberto Carballo Díaz y Ramón Orozco Crespo.
Todos tenían un largo historial de servicios con la CIA al haber participado en numerosas incursiones contra el territorio cubano, atacado a embarcaciones pesqueras, buques mercantes e infiltrado agentes de esa agencia con fines subversivos. Algunos habían sido mercenarios derrotados en Playa Girón.
(en el punto 8 del Apéndice puedes ver este documento que el FBI preparó sobre Antonio Iglesias: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)

Como antecedente, el 14 de septiembre de 1970, un grupo de siete terroristas procedentes de Miami se había infiltrado por la Caleta de Tío Basilio a siete kilómetros del poblado de Boca de Samá, para incitar a la realización de actos de terror.
El «parte de guerra» de Juan Cosculluela, al regresar a Miami, donde ninguno de los atacantes fue molestado a pesar de que la denuncia cubana conmocionó a la opinión pública nacional e internacional, fue:
«El combate duró desde la medianoche hasta las tres de la mañana. Todos dormían en el pueblo. Desembarcamos y logramos ocupar la capitanía del puerto y un centro laboral. En la operación murió un miliciano y tres civiles fueron heridos, incluyendo dos niñas menores de edad».

Sin embargo, el 18 de octubre de 1971, Torriente amplificó esta escaramuza en un banquete para recaudar fondos del Club Nacional de Mujeres Republicanas de Nueva York, al decir que, según sus «estimados de guerra», habían causado entre 12 y 15 bajas mortales. Allí profirió de nuevo que en breve comenzaría la guerra definitiva contra Castro.
El fin:

Desde el 23 de abril de 1971, Felipe Rivero Díaz (foto), veterano de Bahía de Cochinos y líder del Movimiento Nacionalista Cubano, había sentenciado en la revista «Réplica» que el Plan Torriente estaba «más que enterrado» y había servido tan solo para entretener y defraudar a los cubanos, mientras «Torriente y sus íntimos se beneficiaban con las utilidades».
(lee este artículo que habla de cosas interesantes sobre esta revista en el punto 9 del Apéndice: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
No obstante, todavía el 1ro de octubre de 1972 Torriente insistía en que su plan seguía funcionando. «Podemos empezar a actuar en una fecha próxima, pero no me extrañaría nada que, inclusive, antes de que nosotros pudiéramos empezar se produjera alguna revuelta en Cuba». Así lo dijo en el programa radial «Actualidad» —de WQBA, «La Cubanísima»—, pero ya el exilio seguía la advertencia de Rivero Díaz sobre «estas momias que hablan todavía, se mueven, producen cosas, piden dinero».
En noviembre de 1971, las acusaciones de fraudes en las colectas de fondos para la causa de Cuba aumentaron, en particular por vincularse el dinero recogido a cierto proyecto inmobiliario de la corporación TMV Land Development, para construir un reparto de edificios en Miami, propiedad del gestor Torriente, al que se asociaba a uno de los colaboradores originales del Plan Torriente y al hermano de otro.
Esto generó divisiones internas entre los conjurados.
El 12 de abril de 1974, alrededor de las 9 pm, Torriente recibió un balazo mortal en la cabeza mientras veía la televisión con su esposa en su residencia del exclusivo barrio de Coral Gables en Miami. Una hora y media más tarde falleció en la sala de emergencia del Doctor’s Hospital.
Su muerte marcó el inicio de un período de violencia política que llevaría al FBI a llamar a Miami la capital terrorista de los Estados Unidos.
En su información sobre el asesinato —en Miami News, el 16 de abril de 1974—, Hilda Inclán reportó: «Cuando comenzó el plan, Torriente se había retirado de su trabajo como vicepresidente de Collins Radio. Fue entonces también cuando comenzó el proyecto de vivienda».
Torriente siempre negó las imputaciones de malversación de fondos, pero sus asesinos dejaron una nota que discrepaba: «José Elías de la Torriente, ejecutado por traición a la patria, recibió su cero».
El llamado «Grupo Cero» se adjudicó el hecho por medio de un comunicado que sostenía limpiaría el «exilio». Una cadena de pugnas internas se sucedió entre los grupos rivales y la guerra mafiosa alcanzó a Nueva York, Nueva Jersey y Miami, donde fueron asesinados varios cabecillas de grupos terroristas locales.
La misión de «dar ceros» se atribuyó a otro connotado terrorista, Orlando Bosch, quien siempre negó su participación en la muerte de Torriente, pero el 3 de julio de 1974 declaró a «Réplica» que distaba mucho de lamentarla:
«Él jugo con las esperanzas, las aspiraciones y el dinero del pueblo. Yo podría haber ordenado su muerte una vez que hubiéramos regresado a Cuba, pero no aquí. Nadie más levantará una falsa bandera por temor a perder su propia vida», dijo el terrorista.
A criterio de Orlando Bosch, Torriente había defraudado la fe del exilio al apropiarse de los enormes fondos recaudados.
Bosch también declaró al Miami New Times: «Su asesinato fue una buena lección para la comunidad de exiliados; a nadie se le ocurrirá venir con teorías ilusas para robarle a la gente».
Después, el propio terrorista extorsionó a quienes consideraba se habían quedado con los fondos millonarios recaudados por Torriente. Calmadamente, urgía a los antiguos seguidores del estafador ultimado a entregar sus fondos.
Sobre este proceder mafioso el periodista Jim Mallin de la revista Time opinó: «Es el viejo estilo gansteril de Chicago, nada nuevo. Si usted no paga, él le pone una bomba en su oficina. Bosch es un extorsionador, no un patriota».
Mientras, Arturo Rodríguez Vives, otro terrorista, fue más severo al opinar sobre este caso en un acto que se celebró el 14 de abril de 1974 en Union City, Nueva Jersey donde estuvieron presentes varios criminales, pero la figura central era Guillermo Novo Sampoll (foto), del Movimiento Nacionalista Cubano, grupo que se había declarado purificador de la emigración cubana y pretendía, por medio del terror, imponerse:

«No es hora de llorar la muerte de nadie. Debemos recordar que en la antigüedad los griegos mataban a los traidores».
(sigue este enlace y revisa el punto 10 del Apéndice para darle un cierre a Arturo Rodríguez: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/6271)
El Plan Torriente marcó el fin de la ilusión de derrocar a Fidel Castro por las armas y la salida de otras muchas falsas banderas en tiempos de paz, desde plebiscitos y paros nacionales en el aire hasta mesas y marchas sin orden ni concierto.

El periodista estadounidense Rich Haney en su libro «Celia Sánchez, la leyenda del corazón revolucionario de Cuba», de 2005, escribió:
«Siempre forzada a cuidar sus espaldas, Celia Sánchez ha estado cada vez más estresada por el incesante parloteo en Miami que solo alentaba más de tales ataques inhumanos contra la población civil de Cuba. Muchos de sus conocidos la urgían a tomar represalias mediante ataques terroristas contra la población civil de Miami. Pero ella nunca lo hizo. Marta Rojas la recuerda diciendo: “No. La mayoría de la gente en Miami son inocentes también. Nunca permitiré que Cuba les haga daño. Esa no es la respuesta”».
«La larga costa cubana y su proximidad a territorio estadounidense la hace muy vulnerable a los ataques terroristas de este país. Lanchas desde Miami pueden hacer fuego contra pescadores cubanos como medio para lastimar la economía de Cuba. Ibrahim Ruiz, un pescador que trataba de dar de comer a su joven familia, fue hecho estallar en su bote el 28 de enero de 1973. Esa misma noche el grupo terrorista estaba atribuyéndose el ataque en las radios de Miami, desdeñando cualquier reclamo del Gobierno acerca de la Ley de Neutralidad».
No hay patriotas detrás de actos de terror contra la población civil de cualquier lugar del mundo, sino terroristas, porque «crean terror» —lo pueden buscar en el diccionario, sobre todo cualquiera impreso antes del siglo XXI, un poco más confiable en su objetividad—. Grupos nacionalistas como ETA y ERI —más conocido por sus siglas en inglés, IRA—, fueron tachados de terroristas por sus acciones armadas y condenados mundialmente, aunque sus objetivos fueron domésticos. Los terroristas que vivieron y actuaron a sus anchas en territorio estadounidense extendieron sus crímenes a países extranjeros —léase, no Cuba— por el simple hecho de hacer comercio con la isla.
A las víctimas cubanas del terrorismo, sin embargo, no les tocó recibir justicia, porque ninguna potencia occidental cerró filas con Cuba para perseguir, atrapar y castigar a los asesinos. ¡Ah! Casi olvido que los criminales estuvieron descaradamente expuestos, con rostros y nombres en público, al alcance de las manos de los «abanderados contra el terrorismo», pero no hicieron nada.
No creo poder ser capaz de averiguar si esta gente alguna vez le preguntaron al pueblo cubano si aprobaban estos actos vandálicos y sangrientos en contra de ese mismo pueblo a cambio de esperar ser «liberados». Sí sé que ni los atentados a la economía, ni los asesinatos de cubanos y extranjeros relacionados con Cuba, ni La Coubre, ni Boca de Samá, ni el avión de Barbados…, creó en nosotros un mínimo de respeto, admiración o esperanza.
Todo lo contrario.
Lo cual me hace pensar si estos terroristas perseguían «liberarnos del comunismo» o reinstaurar en Cuba a la oligarquía batistiana que huyó con la candela en las nalgas y nos dejó a muchas generaciones nacer, crecer y vivir en una dictadura con un tirano, como cualquier otra de Latinoamérica.
Entonces, «ley del embudo», como decimos los cubanos. BIG NO-NO!!, parafraseando a los estadounidenses.
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