Reynaldo Miravalles: al más grande de la actuación cubana, mi Oscar personal (I).

Una de las cosas que siempre puede consultarse en el cine hollywoodense —porque siempre está documentado— son las frases dichas por los actores y actrices en las películas, que ya sea el público o la propaganda hacen icónicas y dignas de perdurar en la memoria de los espectadores.

No tengo conocimiento que haya algo así en nuestro cine cubano. Pero si existiera, estoy seguro de que algunas pertenecerían a Reinaldo Miravalles: «Alberto Delgado, cará», «Mi casa es mía», «¡Pínchalo, cabrón!», «Eres un puñetero», «¿Quién quiere quitarme mis frijoles?»…

Este 22 de enero de 2022, Reynaldo Agustín Miravalles de la Luz —su nombre puede hallarse escrito, indistintamente, con y o con i— cumpliría 99 años. Él nació en La Habana en 1923, en el Callejón del Chorro, junto a la Plaza de la Catedral de La Habana.

Dos fotos del Callejón del Chorro, y una de la Plaza de la Catedral de La Habana.

Primer paso en el arte

La primera manifestación artística por la que se inclinó fue la pintura, por lo que se matriculó, cuando tenía 17 años, en la escuela anexa de San Alejandro en su curso nocturno, sita en Reina y Gervasio según una fuente.

En la entrevista hecha por Elizabeth Mirabal a Reynaldo Miravalles en 2010 para scholarcommons.usf.edu/surcosur, ante la pregunta «¿por qué se inclinó por la carrera de pintura siendo muy joven?», el actor responde:  

«Cuando era niño hacía dibujitos, y mi mamá decía que yo era un artista tremendo. Le creí y matriculé en la escuela anexa a San Alejandro. Cursé el primer y el segundo año, haciendo pinturas estatuarias, grabados y cuando fui a pasar al nivel superior, no pude. Mi familia era de extracción muy pobre, y tuve que trabajar durante el día, es decir, en el mismo horario de las clases. Pero ese período allí fue un nexo».

Se dedicó a esa tarea durante dos años, en las noches. Sin embargo, cuando le tocó el turno regular tuvo que renunciar a la vocación por los problemas económicos de la familia.

Los días eran para mejorar sus condiciones, y por entonces se dedicaba a vender algunos artículos en pos de ayudar a su madre. Con los ahorros y junto a un amigo, compró un café sin amueblar en el que vendía leche.

(en el punto 2 del Apéndice hay una reseña de Elizabeth, para que conozcas su persona y trabajo: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8102)

En la radio

«Uno de mis compañeros quiso hacer un fin de fiesta, como si se tratara de una escuela infantil y no de adultos. Deseaba representar unas obritas para cerrar el curso y me dio el papel de un andaluz. No había actuado nunca, no sabía ni qué era eso. Ya en ese instante tenía un café pequeño en sociedad con otro amigo. Por esa época, un actor aficionado que trabajaba en RHC-Cadena Azul me habló de su trabajo y le dije que a mí me gustaría dedicarme a lo mismo. Él estuvo al frente de un programa y me invitó a participar. Trabajé allí cuatro días y después le pedí mi parte al otro socio. Ya no vendería más café con leche», le contó Miravalles a Elizabeth.

En 1944 hace su primera actuación en la radioemisora «La voz de los Ómnibus Aliados». A partir de esa fecha, trabajó en casi todas las emisoras radiales de La Habana.

En la foto: Miravalles en 1947.

Más tarde, se unió a un grupo de actores muy pequeño, e hizo un programa del que se transmitieron tres capítulos. Decidió que le gustaría la actuación.

Cuando comenzó a trabajar de manera regular en RHC-Cadena Azul en 1947 lo hizo como actor de relleno y de manera gratuita. En los primeros tiempos no recibió un centavo a cambio de sus actuaciones, que realizaba dos veces por día.

«Yo tenía una voz casi infantil, pero quería intentarlo», recordaba el actor. «Me puse a trabajar gratis con grupitos de la radio que no cobraban. Empecé a estudiar por mi cuenta, a observar, porque dicen que, «cortando huevos, se aprende a capar»».

De Cadena Azul continuó a Radio Progreso.

Se mudó a Prado, y alquiló un cuarto por tres pesos. Después de eso, se quedó sin dinero. Iba cada día a la emisora desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche para aprender de todo un poco.

De esta primera etapa de su carrera, hay que destacar su intervención en la más famosa serie humorística —primero radial, luego televisiva— de la Cuba republicana: La tremenda Corte, donde la vena humorística del actor quedó al descubierto. En ella interpretaba a los personajes de Leoncio Garrotín y Rompecocos.

Según un artículo escrito por Armando López en cubanecuentro.com el 2 de junio de 2009, el canal 4, de Gaspar Pumarejo, fue el primero que salió al aire en Cuba. Trasmitía desde un patio en las calles Mazón y San Miguel. Salían al aire todos los sonidos de la calle, hasta el pitorreo de las guaguas. No fue hasta el año siguiente que se hicieron estudios en interiores. 

Ya en 1952, en una selección de los mejores programas de televisión, Reinaldo Miravalles ganó el Premio al Mejor Actor Genérico por su detective en «El Hombre Flaco». Le iba de maravillas sus dramáticos en el Canal 4 y su éxito como presentador de concursos, hasta que en 1956 el canal cerró. Por suerte, en 1956 lo invitaron a ir a Venezuela y le ofrecieron un contrato en Radio Caracas Televisión (RCTV), donde alterna el trabajo de la radio y la televisión.

En 1958 regresa a Cuba de vacaciones y lo sorprende el triunfo de la revolución. Miravalles decide quedarse e incorporarse a su profesión habitual de actor. Así es contratado por CMQ.

El público se acordaba de «El Hombre Flaco», pero Goar Mestre no. Y como Miravalles exigía más dinero, lo despidieron a los tres meses.

De izquierda a derecha: Pumarejo, Mestre y Radiocentro (CMQ).

Lo último que encontré sobre el trabajo de Miravalles en la radio fue su inclusión en el elenco de «Alegrías de Sobremesa» con su personaje de Melesio —traído de la televisión—, gracias a Alberto Luberta.

Izquierda: Una escena de «Alegrías de sobremesa» teniendo lugar en su estudio. Derecha: Alberto Luberta.

En el teatro

Desafortunadamente, la única información sobre este quehacer del actor que pude hallar fue en una sola fuente que aseguraba que «en teatro también actuó en multitud de obras, aunque sin dudas fue en un clásico cubano, Santa Camila de la Habana Vieja, donde logró su mayor éxito».

Eso fue en 1960, cuando dejó la televisión para afiliarse al grupo de teatro Milanés con el cual estrenó esa obra. A la vez, trabajaba en el rodaje de otras películas.

Miravalles no consideraba haber tenido gran éxito en el teatro, y lo expresó así: «He actuado muy poco en el teatro. Hice cuatro o cinco obras en toda mi carrera. Nunca coseché un gran éxito, solo en “Santa Camila de La Habana Vieja”. Tuve la suerte de estrenarla, y la puesta se mantuvo durante tres meses a teatro lleno. Después fue llevada a la pantalla chica. Pero el logro fue colectivo, no particular. No tuve la oportunidad de elegir en teatro. Si me ofrecían un papel y me gustaba, lo hacía y punto».

Del resto de esas obras no hay constancia en línea ni en sus biografías.

En la televisión

Fuentes distintas mencionan fechas diferentes para el comienzo de Miravalles en la Televisión Cubana: algunas dicen que fue en 1951 y otras que en 1952, y que ya en ese último recibió el premio al actor más destacado. Lo cierto es que fue un medio que, como actor, nunca abandonó del todo.

En una entrevista que le hizo la revista «La Gaceta de Cuba» en su ejemplar #4 del 2010, ante la pregunta ¿Cómo se las arregló para comenzar en la televisión?», Miravalles contestó:

«Cuando empiezo en la televisión ya había actuado mucho en teatro. La primera vez fui un extra sentado en una silla y, en la segunda ocasión, logré un protagónico junto a José Antonio Rivero (foto)».

«Al principio, para los actores populares y consagrados, la televisión era una cosa nueva y muchos le temían. Sus figuras no se correspondían con el éxito alcanzado en la radio. Eran galanes, pero de apariencia rechoncha. Otros, demasiado bajitos o feos. No querían afectar su puesto. Por eso, nos daban chance a los que no teníamos nada que perder».

«Los primeros trabajos en «La Tremenda Corte», por ejemplo, siempre eran de contrafigura. La estrella que hacía reír era Leopoldo Fernández (foto). Nosotros lo apoyábamos para que su actuación se destacara».

Después de 1959, interpretó decenas de personajes diferentes en «Teatro ICRT», «El Cuento» y «Grandes Novelas». Su calidad interpretativa le permitió encarnar tanto personajes cómicos como dramáticos: su perfecto Sherlock Holmes, y su socarrón y profundo Melesio Capote. De todos ellos al que más éxito se le atribuye es al de Melesio Capote.

Según Juventud Rebelde y la «Cronología de la televisión cubana» en elblogdepedrazaginori.blogspot.com, Melesio apareció por vez primera en la telenovela «La peña del león» del espacio «Horizontes» de 1976, escrita por Maité Vera (foto), como el testarudo campesino que se negaba a abandonar su rancho para sumarse al sistema de cooperativas que le proponía la Revolución.

Wilfredo Cancio Isla escribió en cafefuerte.com que el actor, al hablarle de este personaje, le contó que había hecho una recreación a partir de observar la cadencia del habla de guajiros de Pinar del Río, «porque no quería hacer el mismo guajiro que todo el mundo hacía».

La «Cronología de la televisión cubana» informa que el 25 de marzo de 1979 se transmite el primer capítulo de la serie del MININT «En silencio ha tenido que ser», en la cual Reynaldo Miravalles interpreta al coronel García. De hecho, él estuvo también en la segunda parte de esta serie «El regreso de David» donde se le da cierre a su personaje.

Una porción del capítulo 2 de la serie original «En silencio ha tenido que ser», donde se ve a Miravalles en su personaje del coronel García.

El18 de febrero de 1982 salió al aire la serie humorística «Si no fuera por mamá», escrita por Enrique Núñez Rodríguez y dirigida por Cuqui Ponce de León. El elenco incluía a Marta del Río, Erdwin Fernández, Ana Luisa Rubio, Noel García, Oscar Caballero, Irela Bravo, Reynaldo Miravalles —en su personaje de Melesio— y Eloísa Álvarez Guedes.

Luego se cita abril de 1989 como su última aparición en televisión al trabajar en la serie «Hermanos» en el espacio «Aventuras», donde Miravalles actuó junto a Rolando Brito, Reynaldo Cruz, Miguel Benavides, Rogelio Blaín y Omar Valdés, con guion y dirección de Eduardo Macías.

En el cine

Según IMDb, Reynaldo Miravalles participó en 35 proyectos audiovisuales e hizo su debut cinematográfico en 1957 con el filme venezolano «Papalepe» —algunas fuentes escriben Papa Lepe—, dirigida por Antonio Graciani (hijo), en la que desempeñaba un rol de poca importancia.

A partir de 1959, con la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), se fue perfilando como uno de los actores de mayor fuerza interpretativa del nuevo cine cubano.

Así, comienza en 1960 con un personaje pequeño en el primer cuento del filme «Historias de la revolución» de Tomás Gutiérrez Alea (Titón), obra que refleja la lucha que a finales de los años cincuenta derrocó al régimen dictatorial de Fulgencio Batista.

Afiche de la película; Tomás Gutiérrez Alea.

En el relato titulado «El Herido», él encarnó a un humilde lechero que se ve involucrado en la insurrección, cuando esconde en su carro al protagonista herido por la policía que le pide ayuda, quien antes había rechazado ayudar a dos asaltantes del palacio presidencial el 13 de marzo de 1957.

Wilfredo Cansio narra en su artículo de 2013 que Reynaldo Miravalles recordaba con exactitud los momentos en que actuaba en su parte. Él repasaba la escena en su memoria: la concentración, el pánico, la determinación y la naturalidad con que trató de asumir aquel pequeño papel.

Era su primer personaje en el cine cubano y Miravalles no tenía mucho que consultarle a Titón, quien encaraba a la vez su ópera prima como director de largometrajes y se sentía agobiado por los aspectos rutinarios de una producción cinematográfica. El actor pensó que había salido bien de su bautismo en el cine, pero quería comprobarlo viendo las escenas filmadas (el final de esta historia viene en la segunda parte).

Miravalles aparece casi al final de la primera historia, en el minuto 27.

En 1961, sin embargo, representó un personaje diametralmente opuesto, un cruel e inescrupuloso esbirro batistiano, en otro filme de similar temática: «El joven rebelde», dirigido por Julio García Espinosa y concebido por Cesare Zavattini, el mítico guionista del neorrealismo italiano.

Miravalles aparece en el minuto 13.

Apenas un año más tarde, obtiene su primer papel importante en un largometraje de ficción como coprotagonista, nuevamente bajo la dirección de Gutiérrez Alea, en una de las comedias más memorables de los años sesenta cubanos: Las doce sillas, en la que interpretó al picaresco chofer de un aristócrata venido a menos con la Revolución —papel que tuvo a su cargo Enrique Santiesteban— que busca desesperadamente unos diamantes que éste había ocultado en unas sillas confiscadas y subastadas por el gobierno revolucionario.

Afiche de la película, y sus dos protagonistas: Santiesteban y Miravalles.

(si no sabes en qué está basado el argumento de esta película, averígualo en el enlace que dejé en el título de la misma; puede que te sorprenda).

En 1963 tiene un papel en Preludio 11, una película de espías germano-cubana dirigida por Kurt Maetzig, basada en la novela homónima de Wolfgang Schreyer, quien también escribió el guion. Aquí Miravalles trabajó con un largo elenco de actores cubanos.

(sobre esta película y los actores cubanos involucrados en ella, accede a la información en el punto 3 del Apéndice con este enlace: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8102)

En 1965 aparece, como se lee en los créditos de apertura, con una «participación especial» en «Desarraigo», dirigida por Fausto Canel. Por cierto, la estrella aquí es Sergio Corrieri, así que esta debe ser la primera vez que ambos actores estuvieron trabajando juntos. Los dos salen en pantalla desde el mismo comienzo de la historia.

Miravalles vuelve a ser dirigido por Fausto Canel en la película «Papeles son papeles» (afiche en la foto) de 1966. Canel vuelve a unir a Miravalles y a Corrieri en una misma cinta.

El actor regresa al cine en la década siguiente con un papel en «Una pelea cubana contra los demonios», la película de 1971 de Tomás Gutiérrez Alea.

1973 marcó, sin dudas, un hito en la carrera de Reynaldo Miravalles. Ese año interpreta a uno de los personajes más memorables del cine cubano: Cheíto León, un bandido que lucha contra el gobierno revolucionario, refugiado en la región montañosa del Escambray —en el centro del país—, en el contexto de la denominada Lucha contra Bandidos de los años sesenta. Aunque no es el personaje protagonista de la historia, su interpretación del mismo revela una genuina calidad histriónica.

Eso lo hizo en la película «El Hombre de Maisinicú» de 1973, dirigida por Manuel Pérez Paredes. El papel de Miravalles, aunque cuenta con pocas apariciones, tal vez le haya merecido obtener mayor popularidad entre el público cubano: Un índice de la relevancia de esta actuación lo constituye el hecho de que tres de las frases de Cheíto León figuran entre las diez más recordadas del cine de la Isla.

De izquierda a derecha: un anuncio publicitario del filme; el director, Manuel Pérez; una escena icónica de la película.

A propósito de esto, Miravalles le dijo a Elizabeth Mirabal en su entrevista:

«Los diálogos se construyen en un buró. Pueden estar bien, pero siempre sugieren algo. Y yo improviso. Claro, hay que tener la conciencia de que no siempre lo que se improvisa es bueno. En ocasiones, es una bobería o no sirve. En “El hombre de Maisinicú”, Cheíto León está tratando de sacarle a Alberto Delgado que él es del G2. Lo llamo, empezamos a conversar, pero él es mi enemigo. Están haciendo café y mando a que le den. Él toma y dice: “Buen café”. Y yo le contesto: “Especiaaal pa´ los amigos”. Eso es una estocada. Frases así han quedado, y algunas son producto de la improvisación. He tenido suerte. Quizás es casualidad. El papel que me había dado Manolo Pérez no era el de Cheíto León, sino “El Carretero”, que políticamente tenía más connotación, pero como personaje dentro de la película estaba mal colocado con dos o tres escenas a mitad del film. Pasaba el metraje y lo que había hecho, se lo comía la historia (…) Seguí leyendo y al final apareció Cheíto León, un pequeño papel, pero de más actividad. Le dije a Manolo: “Mira, el que tú me das, a mí no me interesa. Ahora, si me dejas Cheíto León, me voy a pasar hambre allá al Escambray”. Al día siguiente me dijo que sí. Cuando la redacción del diálogo de mi personaje no se acomodaba a su carácter, hablaba con él para ver si era posible recomponerlo. No pedía nada para destacarme, sino para arreglar al personaje».

En 1976 con «Rancheador» de Sergio Giral, historia ambientada en la etapa colonial cubana, se convierte en la estrella absoluta, al aparecer en pantalla durante casi la hora y media de duración del filme. En esta ocasión encarnó a Francisco Estévez, un mercenario cazador de esclavos fugitivos o cimarrones, personaje de carácter, violento, pleno de rasgos negativos, exacerbados por su ambición, que le proporciona la coyuntura para poner de relieve sus dotes artísticas.

De izquierda a derecha: un anuncio publicitario del filme; el director, Sergio Giral; una escena de la película.

Dos años más tarde, dos películas y dos directores reclaman la calidad interpretativa de Miravalles.

Bajo la dirección de Miguel Littin trabajó en «El recurso del método», una historia basada en la novela homónima de 1974 del escritor cubano Alejo Carpentier.

De izquierda a derecha: un anuncio publicitario del filme; el director, Miguel Littín; el escritor de la novela, Alejo Carpentier.

Y volvió a ubicarse bajo la dirección de Gutiérrez Alea en «Los sobrevivientes», donde interpretó a Vicente Cuervo, un oportunista administrador de una aristocrática familia cubana que se recluye en su palacete para refugiarse de las profundas transformaciones impulsadas por el nuevo gobierno socialista.

Esta película volvería a unir a Santiesteban y a Miravalles. A la izquierda: un cartel promocional.

El afán por imitar a su patrón, la idea de pertenecer a esta familia de abolengo y recia estirpe, hacen que construya un personaje servil y sumiso a la espera de un momento para exhibir ante el «cabeza de familia» su competencia para solucionar todas las necesidades de la casa.

Sus actuaciones en la década del ’70 cierran con La viuda de Montiel de 1979, otra vez bajo la dirección de Miguel Littín, junto a la estrella del filme, Geraldine Chaplin.


El comienzo de la década del ’80 trajo ciertos cambios en los personajes de Miravalles y en su propia y real vida personal en lo sucesivo. Así que no te pierdas la segunda parte de este homenaje.

Comentarios son siempre bienvenidos.

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Publicado por jmhernandezgonzalez

Cubano por nacimiento y corazón. Amigo de quien se lo merece, porque nada comparable con el amor a la familia como la lealtad a un buen amigo. ¿Escritor? Solamente sé que escribir para mí es más que multiplicarme en la inmensidad del tiempo y el espacio dando campanazos de imaginación.

2 comentarios sobre “Reynaldo Miravalles: al más grande de la actuación cubana, mi Oscar personal (I).

  1. Aunque Cuba ha dado muy buenos actores considero que Miravalles bien merecería un Oscar ,porque realmente bordó sus personajes de una forma extraordinaria que dejó sus huellas en nosotros.

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