
Continuamos con el pequeño homenaje al gigante de la guitarra Eddie Van Halen, que comenzó en la edición anterior.
En la cima del New Wave, se atrevió a rockear duro con teclados.
En un momento en que el rock estaba saturado con las descargas de Eddie Van Halen, quemando el diapasón de su guitarra —en los instrumentos de cuerda, es una pieza de madera que cubre por su parte anterior al mástil y donde se pulsan las cuerdas para conseguir las diferentes notas; si el instrumento tiene trastes, como es el caso de los instrumentos de cuerda pulsada, estos se encuentran incrustados en el diapasón—, y bandas como Blondie y Duran Duran adueñadas de las listas con las canciones movidas del New Wave, Van Halen logró un éxito de rock duro con una canción construida sobre sintetizadores: Jump.
Esta canción además de un solo de guitarra ardiente, sino también una pista de teclado alucinante. Eddie había estado experimentando con teclados en canciones como And the Cradle Will Rock… y su versión de Dancing in the Streets —lo más cerca que llegaron a música disco—, pero Jump tenía su propia alma: divertida, pero dura y, sin duda alguna, más roquera que cualquier cosa similar que Journey intentara nunca con sintetizadores.
Curiosamente, hace tiempo escuché una dura crítica que le hicieron a The Final Countdown de Europe, cuya estructura musical está anclada en sintetizadores. Y ni hablar de la controversia desatada en el seno de Queen cuando Freddie y Deacon pedían el uso inmediato de sintetizadores en las canciones. Aunque vale decir que Europe era reconocido por esa canción, la cual fue empleada hasta en eventos deportivos. Por su parte, Play the Game, que tiene un amplio uso de sintetizadores, se cuenta entre los grandes éxitos de Queen.
Mas, nada de eso sucedió con Van Halen. El sintetizador se usó de nuevo en una especie de balada de bajo, I’ll Wait, en el mismo álbum, 1984, la cual fue un éxito, también. Los teclados jugarían un papel importante en los éxitos posteriores de Van Halen en la era de Sammy Hagar, como Dreams, Right Now y When It’s Love.
En Sunday Afternoon in the Park del Fair Warning desarrolla una descarga con Alex, usando el teclado al estilo de Misty Mountain Hop de Led Zeppelin.
Un artista más allá de los explosivos solos de guitarra.
Aunque Eruption era un estallido de espontaneidad, lleno de armónicos logrados con el tapping y los estruendos de cuerdas, Van Halen trabajó muy duro en pasajes instrumentales posteriores. En Spanish Fly del Van Halen II, llevó su punteo con los dedos y la pirotecnia de la velocidad de la luz a la guitarra acústica.
Cathedral del Diver Down era una fusión de trucos ajustados por volumen, haciendo que su guitarra sonara como un teclado, pero con un toque clásico,
y Little Guitars de ese mismo álbum fue un ejercicio musical de guitarra española.
316, del For Unlawful Carnal Knowledge, podría haber sido una balada acústica si Sammy Hagar la hubiese cantado, pero funcionó muy bien por sí sola.
Y la Baluchitherium del Balance demostró que Ed podía destrozar el jazz-rock instrumental, tal como —si no mejor—, que ídolos de la guitarra como Steve Vai y Joe Satriani.
Además, hay una cierta belleza en la forma en que las composiciones roqueras como Panama y Right Now se deslizan dentro y fuera de la intensidad. Eddie siempre hizo que todo sonara sin esfuerzo.
Ayudó a hacer que el heavy metal fuese divertido.
A principios y mediados de los setenta, el heavy metal y el hard rock fueron definidos por los inquietantes, cantos fúnebres de Black Sabbath, el misticismo de Led Zeppelin, y la hipermasculinidad de Deep Purple y Judas Priest. Van Halen hizo un heavy metal con el que se podía bailar.
Aunque David Lee Roth merecidamente recibe mucha atención por su extravagancia de vaudeville, fue Eddie quien suministró la banda sonora con riffs elásticos para bailar o para roquear, y un enfoque despreocupado y fluido en los solos que los hacían volar de ligeros, cosas que, hechas de otra manera, podrían parecer un anatema en las alas más pesadas del rock.
Bandas de hard-rock como Ratt y Mötley Crüe trataron de copiar la estética festiva de Van Halen, pero nunca dieron con la misma fórmula. Incluso en los años de Hagar, la guitarra de Eddie Van Halen era una voz tan importante —si no más—, en la experiencia Van Halen.
Un mortal extraordinario.
A pesar de todo esto, del inmenso éxito alcanzado con Van Halen, el excelso guitarrista, el genio innovador, sucumbió a ser otro mortal de este planeta.
Van Halen luchó con el alcoholismo y el abuso de drogas. Comenzó a fumar y a beber a la edad de 12 años, y declaró que eventualmente necesitaba alcohol para funcionar. Entró en rehabilitación en 2007, y más tarde compartió en una entrevista que había estado sobrio desde 2008.
Al sufrir lesiones persistentes por actuaciones acrobáticas de alto riesgo, Van Halen se sometió a una cirugía de reemplazo de cadera en 1999, después de que su osteonecrosis crónica, con la que fue diagnosticado en 1995, se volvió insoportable. Comenzó a recibir tratamiento para el cáncer de lengua en 2000, órgano del cual se le extirpó aproximadamente un tercio. Eddie culpó a su hábito de sostener picos de guitarra en su boca de ese cáncer. Fue declarado libre de cáncer en 2002.
En 2012, Van Halen se sometió a una cirugía de emergencia por un episodio grave de diverticulitis. En 2019, después de luchar contra el cáncer de garganta durante los últimos cinco años, y su ex esposa Valerie Bertinelli también mencionó una batalla contra el cáncer de pulmón en un post de Instagram poco después de su muerte.
Como respuesta, el 6 de octubre, algunos de los hitos de la infancia de Eddie Van Halen en Pasadena se convirtieron en memoriales donde los fans pudieron rendir sus respetos al virtuoso, demostrando que este ser humano había trascendido los límites de su cuerpo frágil para expandirse en la memoria colectiva que ya lo tiene acuñado en la Historia de este planeta.
Como cierre, invito a que escuchen esta joya de dos monstruos de la guitarra: Brian May y Eddie Van Halen, que dejaron para siempre en el disco Star Fleet Project del guitarrista británico.
Es una pena, un infortunio, que un talento como ese se apague cuando, por la cuenta, le hubiesen quedado muchos años de creatividad, de entrega. Sin embargo, aunque pensemos o consideremos que somos «polvo en el viento», hay quienes se marcan a fuego en las memorias de la gente, de los seguidores, de quienes admiramos y reconocemos la gracia de los eternos, de los que los tiempos no borran aunque multipliquen generaciones eternamente.
Descanse en paz, Eddie Van Halen, el eterno dios de la guitarra y el rock.
