
«Mucho más temprano que tarde, de nuevo, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor».
El golpe militar.
Con pequeñas discrepancias en horarios en varias ocasiones, las fuentes de información que consulté desglosan el golpe como se describe debajo.
El 10 de septiembre, a las 4 de la tarde, zarpó la escuadra chilena, tal y como estaba previsto, ya que debía participar en las maniobras navales internacionales UNITAS XVI.
En la madrugada del 11 de septiembre, Allende es informado que tropas militares se trasladan desde el norte a Santiago; el Ejército se acuarteló.
Cuando el Ministro de Defensa Orlando Letelier consultó a la Comandancia General de la Guarnición de Santiago, Herman Brady le dio el pretexto que el probable desafuero de Carlos Altamirano y Manuel Antonio Garretón «podía causar disturbios, por lo que se hacía necesario el acuartelamiento».



Brady, Altamirano y Garretón.
Sobre las 4:30 se puso en marcha la «Operación Silencio» que acallaría a los medios afines al Gobierno y la Unidad Popular que unían al puerto con la capital, y con la cual los golpistas prepararían su propia cadena de transmisión a través de radio Agricultura.

Asimismo, se inutilizaron los teléfonos y autos del depuesto Comandante en Jefe de la Armada, el almirante Raúl Montero (foto), quien es detenido en su domicilio en Santiago.

Sergio Arellano —el asesino que lideró en 1973 la «Caravana de la muerte»— decide que el lugar destinado a la concentración de detenidos será el Regimiento Tacna.
Arellano en la foto.

Así que, ya a las 5 a.m. el coronel Roberto Guillard (foto) se instaló en el quinto piso del Ministerio de Defensa a fin de hacerse cargo de la cadena de transmisión de las fuerzas golpistas.
El general César Mendoza, que ha dado su propio golpe en Carabineros, se encuentra en el edificio de la institución en calle Amunategui. El general Gustavo Leigh se instaló en la Academia de Guerra Aérea (AGA) en Las Condes.
A las 6 de la mañana comenzó el «Plan A» desde la Escuela Militar, que estableció un estado de alerta ante posibles desórdenes de la población. La escuadra reapareció en Valparaíso y los efectivos navales ocuparon las calles del puerto, la Intendencia y las plantas de la Compañía de Teléfonos de Viña del Mar y de esta ciudad.



El prefecto de la ciudad, Luis Gutiérrez, realizó una llamada por el único teléfono que funcionaba en el puerto, el suyo —que fuera una línea dejada libre a propósito por los golpistas—, para avisar al subdirector de Carabineros, general Jorge Urrutia, que la infantería de marina estaba en las calles y había empezado a tomar posiciones de combate.
Sergio Arrellano se instaló en el Ministerio de Defensa a 30 minutos para las 7, donde ya estaba gran parte del Alto Mando golpista: Patricio Carvajal, Nicanor Díaz Estrada, Herman Brady y Sergio Nuño.


Patricio y Nicanor.

A la misma hora Enrique Kirberg (foto), rector de la Universidad Técnica del Estado, se despertó con un llamado que lo alerta del ataque de civiles en las instalaciones de la radio de la universidad.

En 15 minutos más, en la base Carriel Sur de la Fuerza Aérea de Concepción terminaban de alistar una docena de aviones de combate Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) —los que bombardearían La Moneda—, que partirían a Santiago.
Gracias al director de investigaciones, Alfredo Joignant, Allende se puso al tanto del despliegue uniformado en Valparaíso. Letelier intentó comunicarse infructuosamente con los comandantes en jefe —Ricardo Montero, Augusto Pinochet y Gustavo Leigh—, por lo que decidió partir a su oficina, en donde, sin esperarlo, le atendió el almirante Patricio Carvajal que debía estar en Valparaíso. Luego de su conversación, Letelier decidió ir personalmente al Ministerio.
El presidente Allende ya sabía que algo ocurría.
Por eso llamó personalmente al Ministerio de Defensa Nacional para pedir explicaciones de los movimientos de las fuerzas armadas, y pese a que Herman Brady intentó calmarlo, no fue suficiente.

Salvador Allende se retira de su casa presidencial de Tomás Moro en Las Condes a las 7:20, acompañado de sus asesores Augusto Olivares y Joan Garcés, el jefe de la escolta de Carabineros, capitán José Muñoz (en la foto), y algunos integrantes del GAP.
A las 7:25 cuatro aviones Hawker Hunter despegaron desde Concepción a Santiago, con la misión de silenciar las antenas de radioemisoras de la capital.
Cinco minutos después, Allende y sus seguidores llegan a La Moneda.



Y con cinco más lo hace Pinochet al comando de telecomunicaciones, en Peñalolén, con capacidad de anular las comunicaciones de algunas emisoras de radio.
Las redes de comunicaciones se organizaron con las demás ramas de las Fuerzas Armadas, especialmente con Leigh, quien sería el coordinador de todo el golpe.

El director general de Carabineros, José María Sepúlveda (foto), llegó a La Moneda, y le aseguró al presidente que Carabineros le seguiría siendo fiel al gobierno, sin saber que ya aquellos estaban controlados por los generales Mendoza y Arturo Yovane.

En breve, el mandatario se dirigió a la nación en la primera confirmación oficial de que algo estaba sucediendo. No llamó al pueblo a las armas ni a la violencia, sino a la prudencia. Lo hizo a través de Radio Corporación con estas palabras:
La mayor parte de la información auditiva utilizada en este trabajo parece haber sido material desclasificado y adquirido por BBC (lo cual tiene cierta lógica si se conoce sobre las estrechas relaciones entre la dictadura pinochetista y los gobiernos conservadores de Inglaterra).

Al mismo tiempo, Letelier llegó a su oficina y su ayudante, el coronel Sergio Arredondo González (foto), —otro asesino, quien sería luego el segundo al mando en la «Caravana de la muerte»—, le anunció que había sido depuesto de su cargo. Sergio Arellano lo detuvo y dispuso su traslado al Regimiento Tacna: así se convirtió en el primer detenido de ese día.
El almirante Merino, quien se había autodenominado comandante en jefe de la Armada menos de doce horas antes, proclamó a las 8 de la mañana: «Esto no es un golpe de Estado (…) sólo se persigue el restablecimiento de un Estado de derecho acorde con las aspiraciones de todos los chilenos».

En la Escuela Militar, a las 8:10 el general César Raúl Benavides (foto) les informó a los casi veinte oficiales que formaban el cuartel general del Ejército, que a partir de ese momento se hacían cargo del país y que en todas las unidades estaban dadas las órdenes para que tomasen las gobernaciones, las intendencias, junto a todas las oficinas y dependencias gubernamentales.
José Domingo Ramos Albornoz es el único coronel que se retira.
Este oficial le dijo NO a Pinochet y renunció aquel 11 de septiembre, porque «el golpe implicaba romper un juramento solemne de los soldados, cual es respetar la constitución y las leyes y también quebrar el sentido profesional de las fuerzas armadas».

Miren el tono del titular de este artículo a propósito de la publicación en 2001 de los libros «Las cartas del coronel» y «El piloto Wenche y otros relatos» escritos por él.
Precisamente, en el segundo el coronel reflexiona:
«¿Qué explicación dará la historia militar de ese período de atentados en una guerra concebida y llevada adelante como una revolución, para pasar de una Constitución a otra que no termina de interpretar los mejores conceptos de la democracia y de la seguridad?».

A decir de un artículo de piensaChile.com, «ni siquiera la presidenta Bachelet, quien lo conoce claramente y sabe de su ejemplo, ha dado ni un paso en rescatarlo del olvido».
Pero recién pasadas las 8, y mientras bombardeaban los estudios de la radio Corporación, donde se encontraba Erich Schnake, y allanaban las instalaciones de los medios que apoyaban a la Unidad Popular, las Fuerzas Armadas y Carabineros cambiaron su discurso, y exponen su verdadera cara «de parte de la junta militar de gobierno» en voz de Roberto Guillard.

Lo firmaron quienes integrarían la primera junta militar: los comandantes en jefe del Ejército, Augusto Pinochet, la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, y los autoproclamados jefes de la Armada, José Toribio Merino, y general director de Carabineros, César Mendoza.
Por eso exigían la renuncia del presidente. La Guardia de Palacio abandonó La Moneda. Tras el llamado de los militares, Salvador Allende volvió a dirigirse a los chilenos:

A las 9 de la mañana el automóvil en el que viajaba la secretaria privada del presidente, Miria Orea Contreras —«la Payita», como era conocida popularmente—, fue interceptado a un bloque del Palacio de la Moneda por un grupo de Fuerzas Especiales de Carabineros, quienes detuvieron a todos los integrantes de la camioneta y del auto que los seguía.
Todos estos hombres aparecerían muertos acribillados el 19 de septiembre, a las orillas del río Mapocho.
Alrededor de esa hora, también fue tomada San Antonio, a 120 kilómetros de La Moneda.
Los militares golpistas le habían achacado a la UP la «inminencia de una guerra civil debido al incremento de grupos paramilitares armados». Pero pese a la supuesta amenaza, en las calles de Santiago en un comienzo sólo hubo focos de resistencia aislados, en lugares como la fábrica textil Sumar y el barrio popular La Legua.
De hecho, poco después de las 9 de la mañana, el Consejo Directivo Nacional de la Central Unitaria de Trabajadores, en alocución radial, pidió la ocupación de puestos de trabajo, fábricas e industrias con miras a resistir a los militares y defender el gobierno de Salvador Allende.
Ante este pronunciamiento, los golpistas amenazaron a la población con estas palabras:
Noten la clara amenaza de asesinar a los opositores sin miramientos ni otorgándoles ninguna garantía constitucional. Además, la exhortación a denunciarlos. Típico de las tiranías, y esta ya estaba naciendo.
Alrededor de esta hora también el mandatario se entrevistó con sus tres edecanes, quienes le plantearon la inutilidad de toda resistencia. El edecán aéreo, Patricio Carvajal, le ofreció un avión de la Fuerza Aérea para salir del país, pero Allende rechazó la oferta y propuso dialogar con los comandantes en jefe bajo ciertas condiciones.
Entonces, comenzó el ataque por tierra hacia el palacio presidencial.



Curiosamente, en un audio del libro-CD «Interferencia secreta», se escucha a Augusto Pinochet exigiendo la renuncia incondicional del presidente y haciendo alusión al posible accidente de la nave que lo sacaría del país.
Un cínico total.
A las 10:00, a través de la cadena de radios golpistas, Guillard irrumpió con un nuevo bando militar y un ultimátum: «Si no hay rendición, la Moneda será bombardeada a las 11 de la mañana».
Con este ultimátum, Allende pidió una tregua para que pudieran salir las 11 mujeres que se encontraban en el recinto, incluida su hija Beatriz. Allende congregó a quienes estaban con él y les informó que se acordaba una tregua de 10 minutos para el abandono del lugar.
Las órdenes para las maniobras y movimientos en esos momentos quedaron registradas en este archivo sonoro:

En el palacio presidencial sólo quedaron los miembros del GAP y otras 25 personas, entre dirigentes y asesores cercanos que se negaron a abandonar al presidente.
Esta es una de las últimas 6 fotos que se le tomaron a Allende. La fuente indica que se desconoce la identidad del suboficial que en ella aparece.
Consciente de que La Moneda sería atacada y radio Magallanes, cuyos estudios se ubicaban a pocas cuadras de La Moneda, era la única emisora afín a la UP que seguía transmitiendo, Allende llamó a su director, Guillermo Ravest, y le pidió que lo sacaran al aire inmediatamente.
Eran las 10:30 cuando Salvador Allende pronunció su último discurso:
Último discurso de Salvador Allende, pronunciado desde el palacio presidencial de La Moneda.
En los días siguientes, Ravest y un radio controlador copiaron el discurso en cintas magnéticas para distribuirlas entre la dirección clandestina del Partido Comunista chileno y corresponsales extranjeros, rescatando un audio que se convertiría en el testamento político del mandatario.
Los tanques completaron el cerco al palacio de gobierno y quienes permanecían junto a Allende lo instaron a abandonar el recinto. Las tropas militares atacaron frontalmente el Palacio de la Moneda sobre las 11:00, enfrascándose con los francotiradores que defendían al gobierno.



A las 11:52 comenzó el bombardeo aéreo a la casa de gobierno, dando paso a un incendio y acompañado de ataques de bala y bombas lacrimógenas. En 16 minutos, los aviones lanzaron 18 bombas sobre el edificio. Se inicia el incendio y el segundo piso resulta parcialmente destruido.
Es uno de los momentos más dramáticos de la jornada.
También las fotografías tomadas durante el suceso nos gritan toda la tragedia que se vivía en aquel momento en aquel lugar.













Es uno de los momentos más dramáticos de la jornada.
Minutos más tarde, dos aviones bombardearon la residencia del presidente, de la que logran escapar los miembros del GAP que aún se encontraban ahí; Hortensia Bussi la había abandonado horas antes.
A las 12:10 la infantería ataca el palacio presidencial con artillería y armas pesadas.
El teniente coronel Roberto Guillard hizo un anuncio a las 12:20: «Desde las 10:30 horas se ha requerido la rendición de Salvador Allende, y ante la negativa de este, se inició ataque aéreo y terrestre contra La Moneda. Con esta acción se persigue evitar el derramamiento de sangre».
El cinismo no termina.
Cerca de las 12:40, el bando militar número 8 prohibió el tránsito de personas y vehículos en las calles de Santiago.
En medio del caos, los capitalinos intentaban volver a sus casas y comunicarse con sus seres queridos.
A la 1 de la tarde, con La Moneda en llamas y en medio del combate, Osvaldo Puccio Huidobro, Carlos Fernando Flores Labra y Daniel Vergara salieron del edificio y fueron al Ministerio de Defensa para conversar algunas condiciones de rendición: no más bombardeos, formación de un gobierno de civiles y respeto de las conquistas sociales.
Al llegar al Ministerio son apresados, sin aceptar ninguna de sus condiciones.


Osvaldo y Carlos.
El presidente Salvador Allende pide la rendición y salida de quienes aún lo acompañan a la 1:30. Todos debían salir sin armas, caminando y con una bandera blanca. Allende se despide de sus colaboradores, que avanzan en una columna hacia la puerta de La Moneda en calle Morandé 80, donde se entregan a los militares.
La última en salir es Payita, a quien el presidente entrega el Acta de Independencia, la que minutos después será destruida por uno de los soldados al detenerla.
A la 1:40, después de exclamar «¡Allende no se rinde, mierda!», el presidente Salvador Allende se suicida con su fusil AKMS.
Mucho preocupó a los golpistas, al parecer, lo que debía hacerse con el cadáver de Allende. La conversación deja entrever que ninguna idea giraba en dejar llegar el cadáver al pueblo chileno que seguía a su presidente constitucional. Además, escuchen bien lo que se ordena hacer con los prisioneros.
Finalmente, no hubo respuesta por parte del pueblo contra los golpistas, quienes hicieron su declaración de toma del poder por la radio.

Los medios también se hicieron eco de la muerte del presidente:







«El holocausto nuestro marcará la infamia de los que traicionan la patria y el pueblo»
(Salvador Allende en su discurso final en La Moneda)
En la foto, fragmento de los espejuelos que Salvador Allende llevaba puestos el día del golpe.
Hay más que contar sobre este evento de 1973. No te pierdas los siguientes. Deja tus comentarios sobre este artículo.
Excelente revisión de un hecho lamentable de la historia latinoamericana
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Gracias, Senra.
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Muy buen trabajo Jose. Bien documentado y explicado. Me parecía estar viviendo dentro de ésta triste tragedia y traición al pueblo chileno. Felicitaciones !!! Sí tu eras un adolescente, yo entonces era un niño y no recordaba los detalles de tan triste suceso.
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Gracias por tu comentario, Fran.
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