
«Tengo derecho a tener buena vista detrás de los anteojos»
(Discurso de Allende en la Universidad de Concepción el 4 de mayo de 1972)
El suceso a través de los ojos de un bombero.

Este año 2021 Alejandro Artigas MacLean (foto) fue electo Secretario Nacional de Bomberos de Chile en las elecciones de la Directiva Nacional tras la postulación que hiciera la Junta Nacional de Cuerpos de Bomberos (JNCB).
El 11 de septiembre de 1973 Artigas, con 24 años y siendo teniente primero de la 1ª Compañía de Bomberos de Santiago, fue el bombero número 1 en poner un pie en la casa de gobierno el día que se interrumpió la democracia chilena.
En el 2013 le relató a Radio Cooperativa y a BBC Mundo los momentos vividos aquel fatídico día.
En la espera:
Artigas rememoraba así:
«Era teniente primero de bomberos, era soltero, vivía en el cuartel. Allí tenía mi cama, mis cosas y mi uniforme a mano. Si había una alarma, tomábamos el uniforme y nos tirábamos por un tubo hacia la máquina».
Artigas era el oficial a cargo de la guardia nocturna.
«Estaba durmiendo cuando a las 6 de la mañana recibo la llamada del comandante Fernando Cuevas para saber de cuántos hombres disponía». Al teniente contestarle que “alrededor de 14”, su superior le ordenó: “Que nadie se mueva del cuartel. Intenta reforzar más la guardia”.

A la sazón, Alejandro era estudiante de Derecho en la Universidad de Chile (foto): «Teníamos examen al otro día y estábamos preocupados con eso». Además, no sabía de dónde obtener personal para reforzar su equipo.
Pero a partir de ese minuto, Artigas tuvo que seguir acuartelado, y no terminaría su misión hasta las 11 de la noche de ese 11 de septiembre.
Esperaron con el uniforme puesto. Los bomberos llegaron a ver tanquetas pasar por delante del cuartel. Pegados a la radio, escucharon que La Moneda estaba siendo rodeada. «Y empiezan a sonar las balas», recordó Artigas.
El cuartel de la 1ª Compañía de Bomberos de Santiago quedaba a 4 cuadras del palacio presidencial. Artigas cuenta que tenían una ventana desde la cual se podía ver, en línea recta, el edificio de La Moneda y, por supuesto, lo que allí estaba aconteciendo.
«Mirábamos por una ventanita angosta, uno arriba de los otros. Cuando vimos pasar los aviones supimos que era irreversible. Pero junto con eso, vimos el fuego, vimos llamas. Vimos que la bandera se empieza a quemar en La Moneda y se cae a pedazos».
«Sólo podíamos decir “¡qué horror!”, y concluimos que ya no había vuelta atrás. Era como si se hubieran separados tus padres y hubieran quemado la casa. Era quemar la casa para vencer al otro».
«Pasamos una mañana de espera muy tensa, porque desde luego se anunciaba el bombardeo, teníamos mucho fuego de armas —metralletas, rifles, fusiles— muy cercano al cuartel, se sentían explosiones (…) Para nosotros era un hecho irreversible que nos íbamos a encontrar con mucho fuego e íbamos a tener que salir», recordaba Artigas.
Bajaron al primer piso, donde estaban los carros bomba, y Artigas recordaba que arengó a la guardia. Entre ellos había partidarios y opositores a Allende. Pero dormían juntos, comían juntos, apagaban incendios juntos. Y sabían que habría fuego y ellos tendrían que salir a apagarlo.
Así que habló de enfrentar un momento peligroso y defender los colores y el honor de la compañía.
«Y dije, sabiendo que había amigos afines al gobierno de la Unidad Popular que, si alguien tenía una objeción de conciencia, o sentía un temor más allá del temor de servicio, yo entendía y autorizaba a que se retirara. Pero que cuando nos dieran la orden de salir, tomábamos un compromiso. En un chilenismo, les dije, “cuando den la orden, aquí no recula nadie”».
Llegada a La Moneda:
Tres horas después del bombardeo, los bomberos recibieron el llamado y el permiso para entrar a La Moneda. Artigas señaló en la entrevista que los militares «habían pedido —primero— que los bomberos apagaran el fuego en el palacio presidencial, y luego “rogaron” que lo hicieran», lo cual a él le pareció muy peculiar.
A esta hora también se había bombardeado la casa presidencial.


Vista exterior de la casa presidencial y una foto del interior que muestra cómo quedara esa habitación tras el bombardeo.
Los bomberos llegaron a La Moneda alrededor de las 3 de una tarde brumosa y con llovizna. El asalto ya había terminado. Las balas sólo se escuchaban afuera del palacio. Adentro ya no había resistencia.
«La primera bomba en llegar fue la de la primera compañía, y yo soy la primera persona en entrar al Palacio de La Moneda, porque es la misión de un oficial de mando: entrar, evaluar y ordenar».
«La Moneda estaba en llamas, pero el fuego ya llevaba tres horas, iba corriendo hacia el sur poniente. Era el típico fuego de la casa antigua, en que se quema la madera, parte de los muebles».
«La visión que tenemos es muy fuerte (…) Cuando llegamos la cosa era muy grave, había mucha gente disparando, había gente tendida (detenidos) en el piso, muchos heridos dentro de estos. Y muchos militares».



En las fuentes utilizadas para este trabajo, algunos cuentan sobre las dos fotografías del tanque, que los soldados sugirieron pasarles este por encima a los prisioneros tendidos en el piso.
Entre quienes vio en el lugar «había un muchacho compañero de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, que era el hijo del secretario privado de don Salvador Allende; me estoy refiriendo a Osvaldo Puccio (…) Cuando yo lo veo ahí fue también una cosa impactante, en términos de decir: “Esto abarca de lado a lado”. Uno tiene la mitad de la cabeza en su misión de bombero, de apagar el fuego, y la otra en la parte humana».
«El primer piso de La Moneda era muy sólido, de muros gigantes. No había mucha tarea ahí. En el segundo piso había un vestíbulo. Allí yo vi mucho armamento. Y ahí sí que había fuego, en el techo».






Pensando que debía extinguir ese foco lo antes posible, Artigas sale del edificio para conectar la bomba al grifo.
«Me cubrió un militar. No era que nadie disparara a los bomberos. Yo creo que la gente disparaba nomás. Y la persona que me cubría a mí también, disparaba hacia arriba nomás mientras yo agachado trataba de abrir el grifo. Pero cuando lo logro abrir, del grifo no sale agua».
En una escena que Artigas recordaba incrédulo, se vio haciendo gestos hacia el interior del tanque que está detenido sobre la tapa de la matriz que le permitiría sacar agua. «Me asomo por un vidrio muy oscuro del tanque y le hago gestos para que retroceda. Se baja un tipo a gritarme, y le muestro la tapa, le digo que se corran, que necesito agua».

«Cuando mira uno hacia atrás, con todo el horror que pasó, es como una obra sin sentido. Entre dantesco y raro».
(En la foto: bomberos en La Moneda)
La visión del presidente don Salvador Allende:
«Estaba muy oscuro adentro de La Moneda. En el sector de la oficina del presidente, que era el sector norte, no quedaba nada, sólo los muros, allí no había techo».





Alejandro Artigas relató cómo fue que «accidentalmente» observó el cadáver del presidente Allende. «Llegué al salón donde estaba el cadáver del presidente de forma totalmente casual. No me correspondía estar ahí».
Recordó que en el bombardeo al palacio la oficina de Allende había sido destruida y él se había trasladado hacia el interior, «a metros de la puerta de Morandé 80, lo que se conocía como “el Salón de la Independencia”. Es ese el lugar donde yo tengo la posibilidad accidental, involuntaria, casual, de estar en el lugar donde estaba el cadáver del presidente Allende (…) Estaba sentado, semi acostado, con la cabeza inclinada».
«Verlo así fue un golpe fuertísimo», dijo Artigas.
Una vez que el General Palacios, que dirige el asalto a La Moneda descubre que Allende se ha quitado la vida, decide filmar el cadáver, como evidencia.
«Pero eran grandes salones con cortinas, quizás ya eran las 5 o las 6 de la tarde, no había electricidad. Entonces necesitaban luz. Luz, bomberos. Nosotros teníamos unos focos grandes, unos ampolletones pesados, gordos, como busca-caminos. Y se pide eso».
Artigas cuenta que ve a un bombero sosteniendo el foco, pero que estaba horrorizado.
«Yo ingresé ahí porque había otro muchacho que tenía que ingresar con un foco de luz para una filmación de periodistas que estaban ahí, y este muchacho quedó paralizado con esta imagen».
«Porque la imagen era tremendamente fuerte. Una cosa es ver a una persona muerta, eso ya te produce una sensación de dolor. Pero otra cosa era ver lo que había pasado con el presidente».

«Entré por curiosidad histórica, por una mínima solidaridad, la cosa es que entro con el foco y a dos metros, el presidente Allende». (en la foto)
«Lo vi muy cerca, con mucho detalle. Vi la metralleta, su ropa. Llevaba un chaleco muy especial, porque Allende siempre fue un hombre muy elegante y ese día andaba con un suéter de lana. No era la imagen que uno acostumbraba a ver de Allende, siempre con su terno oscuro, camisa blanca, pañuelo en el bolsillo. Tenía la chaqueta puesta. El resto no es para contarlo…, no».
Por este episodio, años más tarde, en dos o tres oportunidades fue interrogado por «actuarios o secretarios» —a decir de Artigas— del juez Mario Carroza, y repitió exactamente lo mismo: «A mi juicio, porque yo no vi, naturalmente, el desenlace, por la posición, por las cosas que vi, efectivamente el presidente se quitó la vida».
El traslado del cadáver:
«Yo no sé qué pensaba cada uno por dentro, pero la situación era solemne. Estaban todos ciertos de que ahí estaba el presidente. El hecho era ése. Muerto, pero era el presidente», recordaba Alejandro.
«Lo que yo vi era una cosa solemne, casi nadie hablaba. El general Palacios hace un comentario: “Que quede constancia que pedí una bandera”».
Artigas fue testigo involuntario de que se buscó una bandera para cubrir al presidente. No se encontró ninguna y el cuerpo de Allende se cubrió con un chamanto, un manto de lana fina que usan los campesinos.

«La puerta era angosta. Lo llevaban los militares, pero todos andaban con trajes gruesos, fusiles. Cuando pasaron por la puerta los bomberos ayudaron a cargarlo y cuando salieron un fotógrafo tomó la imagen de los bomberos sacando a Allende».
Flores en la puerta de Morandé 80, el 11 de septiembre de 2009. Por esta puerta fue sacado el cadáver de Allende y tapiada por orden de Pinochet durante la restauración de La Moneda y reabierta en 2003 por el presidente Ricardo Lagos.

«Yo estaba en ese momento afuera. Yo entraba y salía, entraba y salía, seguía trabajando y al momento que sacan el cuerpo me quedo mirando, como todos los que estábamos ahí».
«Veo cuando abren la puerta de la ambulancia y lo suben. Para muchos fue un momento tremendamente fuerte, muy angustioso. Era la prueba de que Allende estaba muerto. Y yo volví a entrar a La Moneda».
Confirmación a la prensa:
El bombero añadió que luego, al día siguiente del golpe, «en forma absolutamente accidental» le confirmó a la BBC que Salvador Allende había muerto.
«Estaba cansadísimo, muy agotado por lo que había pasado, tras muchas horas de trabajo, muchas horas de tensión, yo recibí un llamado muy temprano el día 12 de septiembre. Alguien me habla, me pregunta, y yo le digo que por instrucciones reglamentarias no puedo darle ningún antecedente», explicó.
«Estamos averiguando esto y es muy importante que alguien nos confirme», dijo la voz al otro lado de la línea.
«Yo no puedo darle ningún antecedente», respondió Artigas.
Y la persona al otro lado de la línea dice: «Por lo menos confírmeme algo: ¿El presidente está muerto?»
«Yo todo lo que dije fue: “Sí”», añadió Alejandro. «“Muchas gracias”, me dijo y hasta ahí llegó la conversación. Al rato después, supimos que la noticia se había difundido».
Alejandro Artigas es hoy Director Honorario del Cuerpo de Bomberos de Santiago (CBS), miembro del directorio del Cuerpo de Bomberos de Santiago, miembro honorario del directorio del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso (CBV) y rector de la Escuela de Bomberos, donde es profesor de «Doctrina Institucional», algo que para este bombero es de sumarísima importancia y está por encima de cualquier creencia religiosa o política.
Las tribulaciones del cadáver del señor presidente.
Autopsia:

El cadáver de Allende llegó al Hospital Militar (foto) casi media hora pasadas las 5 de la tarde. De inmediato fue llevado al pabellón de cirugía del Departamento de Otorrinolaringología. Lo dejaron en la misma camilla de lona de campaña, le quitaron el chamanto y lo colocaron en posición de cúbito dorsal.
Poco después, entraron los cuatro jefes de sanidad de las Fuerzas Armadas: José Rodríguez Véliz, general de Sanidad del Ejército, quien había sido compañero del presidente Allende en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile; Dr. Mario Bórquez Montero, director de Sanidad de la FACh; Luis Veloso, general de Sanidad de Carabineros; y Miguel Versin Castellón, director de Sanidad de la Armada.
Los cuatro tenían que ratificar, a instancias de la Primera Fiscalía Militar, que estaban ante el mismo hombre.

En otro sector de Santiago, peritos de Investigaciones al mando de Luis Raúl Cavada Ebel, jefe del Laboratorio de Policía Técnica, reconstruían la muerte de un hombre en La Moneda sobre la base de croquis y un estudio del cuerpo (foto).
El informe fue firmado por Cavada Ebel, Jorge Quiroga Mardones, Carlos Davidson y Jorge Almazabal.
Los autores conservaron notas y registros, pero el informe oficial se guardó en caja de siete llaves hasta llegar, muchos años después, a liberarse. Allí puede leerse que la conclusión por estos peritos dada fue:
La muerte del señor Salvador Allende Gossens, se produjo como consecuencia de una herida a bala que tiene su entrada en la región mentoniana y su salida en la región parietal izquierda. El hecho tiene las características de un suicidio. En consecuencia, se descarta la posibilidad de homicidio.
Los doctores Tomás Tobar Pinochet, del Instituto Médico Legal, y José Luis Vásquez iniciaron la autopsia del cadáver a las 8 pm. Fueron asistidos a lo largo de cuatro horas por el auxiliar especializado, Mario Cornejo Romo.
Una vez que finalizaron, los cuatro jefes de sanidad de las instituciones castrenses supervisaron la última de las tareas: el cuerpo de Salvador Allende fue depositado en un ataúd y sellado en su presencia. Las conclusiones de la autopsia se conservaron por 27 años como un «Secreto de Estado».
Luego de una detallada descripción de los daños que provocaron los proyectiles en el rostro, así como de su trayectoria, se determinó que:
La causa de la muerte es la herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica reciente, con salida de proyectil. El disparo corresponde a los llamados «de corta distancia» en medicina legal. El disparo ha podido ser hecho por la propia persona.
Según la pericia, el cuerpo no presentaba rastros de alcohol —aunque la prensa permitida por los militares, en su odio y cinismo desmedidos, insistió en lo contrario, y para graficarlo aludió al hallazgo en La Moneda de botellas vacías y semivacías de su whisky favorito, Chivas Regal—. Allende estuvo «desaparecido» durante un año y diez meses; su muerte quedó recién inscrita en el Registro Civil de Independencia el 7 de julio de 1975 bajo el número 593.
Tesis oficial:

El anuncio oficial declaró que Allende se había suicidado con un rifle de asalto y la primera autopsia clasificó su muerte como un suicidio. Según el régimen «el arma usada» por Allende para cometer suicidio fue un fusil de asalto AKMS (foto) que le había regalado Fidel Castro y que llevaba grabada una placa dorada que decía: «A Salvador Allende, de su compañero de armas, Fidel Castro».
La versión del suicidio es la más aceptada en la actualidad y se basa en las declaraciones otorgadas por dos médicos de la enfermería del Palacio de la Moneda que habrían presenciado el suicidio: el Dr. Patricio Guijón, quien hizo una declaración al respecto en aquella época, y el Dr. José Quiroga que solo confirmó esta versión muchos años después.
Teoría alternativa:
Pese a la tesis oficial, muchos han dudado de ella y han creído que la muerte de Allende ocurrió a manos de terceras personas. En un discurso realizado días después del golpe de Estado, Fidel Castro dijo que Allende había sido asesinado por el Ejército en medio del combate producido en el Palacio. Sin embargo, el propio dictador manifestó públicamente en 2002 aceptar la posibilidad del suicidio de Allende.
Suicidio asistido:
En 2011 el escritor Camilo Taufic realizó una investigación tras la cual afirmó que Allende habría muerto producto de un suicidio asistido. Taufic se basó en una investigación de 2008 realizada por el experto forense Luis Ravanal, quien había manifestado discrepancias entre la historia oficial y las heridas encontradas en el cadáver.
Según Taufic, Allende habría utilizado una pistola que guardaba en su escritorio y se habría disparado bajo el ojo derecho, errando el tiro y quedando malherido; en ese instante, Enrique Huerta Corvalán, uno de sus escoltas del GAP, le habría disparado en el cráneo con su fusil, cumpliendo con la promesa hecha al presidente Allende de no dejarlo caer vivo en manos de los militares golpistas.



Camilo, Luis y Enrique.
El general Javier Palacios, quien llegó al Palacio de la Moneda a fin de arreglar la presentación de la muerte de Allende, según Taufic, habría convencido a los médicos que acompañaban a Allende de presentar su muerte como un suicidio sin asistencia a condición de que corroboraran que el arma usada era el fusil AKMS que guardaba el presidente Allende en su hogar.

El médico forense Luis Ravanal y el periodista Francisco Marín (foto) presentaron una investigación en el libro del 2003 «Allende, yo no me rendiré», donde se revelan testimonios de quienes aseguran que el presidente Allende luchó «hasta las últimas consecuencias».
En el libro se presentan pruebas tanatológicas que no se han difundido en la prensa y que reconfiguran la versión de su muerte. El especialista indicó que «el otro gran descubrimiento y aporte que comprueba nuestra tesis de que Allende no se suicidó tiene relación con el informe pericial químico realizado por el experto químico, Leonel Liberona Tobar, el informe 298 de 2011, donde se señala que en la muestra número 3 de la zona de la frente pudo descubrir importantes residuos de pólvora que corresponden a un disparo hecho a corta distancia; este disparo hecho en la zona de la frente es concordante con el orificio de salida descrito en la autopsia de 1973».
Proceso judicial:
El 27 de enero de 2011 se informó de la investigación, por primera vez en la justicia, de la muerte de Salvador Allende. El juez chileno Mario Carroza fue el encargado de investigar las circunstancias de la muerte del expresidente.

El caso fue abierto después de que la fiscal judicial Beatriz Pedrals (foto) presentara 726 querellas por casos de víctimas de violación de los derechos humanos cometidos durante la dictadura militar chilena, entre los que se encuentra la muerte de Allende.
Exhumación:

En mayo de 2011 comenzó una nueva exhumación del cadáver de Allende para intentar establecer, en palabras del médico forense Francisco Etxeberria (foto), «la manera de la muerte o las circunstancias que rodearon a la misma».
Por orden del juez Mario Carroza, el 23 de mayo los restos fueron exhumados por peritos de la Policía de Investigaciones y del Servicio Médico Legal dirigidos por el Dr. Patricio Bustos, director nacional del Servicio Médico Legal de Chile, y además participaron expertos extranjeros, acompañados por algunos de los familiares de Allende y la prensa.
Ese mismo año, el 19 de julio fue entregado el resultado de los estudios de la exhumación, que confirmaron la teoría oficial del suicidio del presidente Allende como causa de su muerte.
Según los expertos, la presencia de dos salidas de bala se debería a que el arma estaba en estado automático.
El forense Francisco Etxeberria, que participó en la nueva autopsia, declaró que «con base en argumentos técnicos y científicos podemos asegurar que la muerte del presidente Salvador Allende se produjo como consecuencia directa de un disparo realizado bajo el mentón que le produjo la destrucción de la cabeza y la muerte inmediata, lo que interpretamos como suicidio desde la perspectiva forense».

Según la investigación del juez Mario Carroza, en 2012 se confirmó el suicido del mandatario, Salvador Allende, quien —según el juez— «ingresa al salón “Independencia”, en el segundo piso, se sienta en un sofá, coloca el fusil que portaba entre sus piernas y apoyándolo en su mentón, lo acciona, falleciendo en forma instantánea».
¿Teorías de conspiración?
The Róbinson Rojas Archive:
La historia del bombero y la conclusión oficial de la dictadura podrían hundirse en el mar de las dudas torpedeada por otras teorías que también tienen su espacio en la información disponible para el público general. Todo está en darles crédito.
Tal es el caso de una planteada en el sitio de internet The Róbinson Rojas Archive. En un documento de 5 capítulos titulado The murder of Allende and the end of the Chilean way to socialism («El asesinato de Allende y el fin de la vía chilena al socialismo»), se expone una teoría que echa por tierra la historia de Artigas y la pronunciación oficial de la junta golpista sobre la muerte del presidente Allende.
Según ella, Allende habría caído abatido en un intercambio de tiros frontal —esta es la segunda que se menciona aquí esta teoría— con una cuadrilla de militares que entraron a la sala donde él se encontraba. Una vez derrotados los civiles que le hicieron frente a los asaltantes, los militares encubrieron el hecho por más de 24 horas y prepararon un ardid para presentar la muerte de Allende como suicidio, incluso teniendo un «testigo ocular» de lo ocurrido.
Los artículos del Dr. Julián Aceitero Gómez:
Julián Aceitero Gómez es doctor en medicina español y autor de dos artículos publicados en piensaChile que fueron incorporados por un abogado querellante en la Causa Rol No. 77/2011 para investigar la causa de la muerte del presidente Allende.
En su artículo «La Corte Suprema ante la falsificación del informe de la autopsia de Allende» del 2014, publicado por Socialistas Allendistas, El Clarín de Chile y piensaChile, el autor denuncia:
En la sentencia de 6 de enero de 2014 de la Corte Suprema se reseña una consideración previa de un recurso de casación contra el cierre definitivo del sumario sobre la muerte del presidente Allende, de la que se afirma que “plantea que el Servicio Médico Legal remitió una fotocopia del informe de autopsia [del presidente Allende], fechado el 17 de septiembre de 1973, cuya autenticidad el tribunal [Instructor del sumario] no cuestionó, a pesar de que el justificado de su texto aparece hecho por un procesador no disponible en esa fecha, por lo que sólo pudo ser elaborado en una época muy posterior”. Sin embargo, en dicha consideración no sólo se plantea el hecho reseñado en la sentencia, sino que también del mismo se advierte que constituye una falsificación documental que por sí sola evidencia una negligente instrucción sumarial.
Así pues, la Corte Suprema eludió dejar constancia de haber sido explícitamente advertida de que en el sumario sobre la muerte del presidente Allende consta una falsificación del informe de su autopsia, con el propósito, quizá, de que su injustificada omisión de indagarla pasase desapercibida.
Asimismo, es coautor del artículo «Lo que los lentes de Allende nos permiten ver», relacionado con la misma causa judicial, también publicado en piensaChile. En este se denuncia:
El general Palacios declaró el 22 de octubre de 1973 ante el fiscal militar Joaquín Erlbaum Thomas que entregó unos lentes, junto con otros efectos personales del presidente Allende, al Servicio de Inteligencia del Ejército (…) (que en su lado izq. dice “Mustang”, y en su lado derecho dice “New Look) (…) en la carta “De cómo los lentes de Allende llegaron al Museo Histórico Nacional”, la donante de los mismos (modelo “Retro” o “Woodstock”), Teresa Silva Jaraquemada, relata que los encontró, el día 16 ó 17 de septiembre de 1973, mientras bajaba la escalera que desde la 2a planta de La Moneda conduce a la puerta lateral que está a la altura de Morandé 80, es decir, apenas 5 ó 6 días después de que por allí un grupo de soldados y bomberos bajaran el cadáver del presidente Allende en una camilla militar..
La conclusión recién expuesta, es decir, que los lentes que el general Palacios declaró haber encontrado a los pies del cadáver de Allende en el Salón Independencia no son los que están expuestos en el Museo Histórico Nacional, evidencia que las tres pericias ordenadas por el magistrado Carroza a los lentes allí expuestos para la obtención de antecedentes medicolegales de aquella muerte carecieron de sustento.
En su trabajo «Los residuos de disparo en la cabeza de Allende no se corresponden con el disparo a contacto bajo su mentón» del 2013, publicado por El Clarín de Chile, el doctor Aceitero expuso:
Los expertos internacionales y del Servicio Médico Legal (SML) del Ministerio de Justicia de Chile seleccionados a tal efecto por el magistrado Mario Carroza Espinosa afirman en su Análisis Integrado que un proyectil de alta velocidad disparado «a contacto» con un fusil AK bajo la barbilla del Presidente provocó el estallido de su cráneo y que salió del mismo a nivel del tercio medio del parietal izquierdo, contradiciendo que la salida del mismo proyectil ocurriera en la unión del tercio medio con el tercio posterior de la sutura interparietal, según consta en el informe de la autopsia practicada al cadáver del presidente Allende en 1973.
Así pues, hay que contemplar la posibilidad de que por allí hubiese salido otro proyectil, causando el orificio tallado en bisel externo descrito en el informe de la autopsia recién citado.
Este trabajo le dio título a una carta escrita al Ministro Presidente de la Corte Suprema de Chile, Magistrado Hugo Dolmestch Urra, por la Organización no Gubernamental ADDHEE.ONG (Asociación por la Dignidad, los Derechos del Ser Humano y de su entorno ecológico), querellante en la causa «77-2011/ Magnicidio del Presidente de Chile Dr. Salvador Allende Gossens». El doctor Aceitero fue uno de los firmantes de la carta.
Este autor también publicó otro artículo sobre la misma causa: «La versión oficial de la muerte de Allende el 11 de septiembre de 1973: I. La identidad de las autoridades que entonces la establecieron», publicado por piensaChile.
Un tuit sugerente:
En su cuenta de Twitter, y a propósito de esta polémica, Christian García escribió:

Se refiere a Carmelo Soria quien, en realidad, fuera apresado, torturado y asesinado por la DINA pinochetista, como se demostró luego, y por lo cual fueron procesados varios oficiales involucrados en esto.
Con lo cual, la credibilidad de Tomás Tobar Pinochet queda en tela de juicio.
Seguramente habrán oído hablar de la Cabala, los Illuminati, etc. La gente que, a decir de mortales como yo, controlan el mundo. Pues yo no sé si existen o no. Lo que sé es que existen las conjuras, las alianzas, las traiciones. En la próxima entrega hablaremos de los conjurados, los aliados que empujaron un gobierno constitucional, elegido por el pueblo, no más que por intolerancia e intereses propios.