11 de septiembre de 1973, un día infame en la Historia: golpe de estado contra Salvador Allende (IV).

(…) ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber (…) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».

(Carta de José Martí a Manuel Mercado, Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895)

El «buen vecino».

El inicio de la intervención de Estados Unidos en la política y la vida chilenas lo marcó la llegada a este país sudamericano de Joel Roberts Poinsett, quien sirvió como «agente especial» en los países de América del Sur desde 1810 a 1814 —enviado por el entonces presidente James Madison, en 1809—, para investigar las posibilidades de los revolucionarios en su lucha por la independencia de España.

Este hombre participó en la Guerra de Independencia de Chile, y formó parte del ejército chileno al mando del general José Miguel Carrera Verdugo, de quien fue amigo personal.

Joel Roberts, James Madison y José Miguel.

El patio trasero.

La existencia de intervención extranjera en Chile se enmarca en un contexto mundial en que Estados Unidos consideraba como prioritario impedir el avance del comunismo y el socialismo en América Latina.

En el caso que nos ocupa, documentos desclasificados muestran que entre 1962 y 1964, la CIA financió la campaña de Eduardo Frei Montalva (foto) con 2,6 millones de dólares y gastó 3 millones de dólares en propaganda anti-allendista para asustar a electores en contra de la coalición FRAP de Allende.

La CIA consideró que su rol en la victoria de Frei fue un gran éxito. La misma CIA argumentó que la ayuda con la estructura organizativa y financiera para la campaña de Frei, el apoyo dado a Julio Durán Neumann (foto) para que mantuviera su candidatura a sugerencia de Frei —para evitar que un porcentaje de sus electores votaran por Allende—, y la propaganda para denigrar a Allende fueron «ingredientes indispensables para el éxito de Frei».

La CIA llegó a la conclusión de que, sin la ayuda encubierta de los Estados Unidos, las probabilidades de que Frei triunfara hubieran sido mucho menores y dudaron que el progreso de su campaña electoral hubiera sido tan bueno sin esta ayuda.

Conspiración golpista.

La Cofradía Náutica del Pacífico Austral fue un núcleo importante en la conspiración para organizar el golpe de estado contra Salvador Allende.

​Todos sus miembros ocuparían cargos relevantes en el gobierno de facto. Tanto dentro de él o desde fuera. Las reuniones se efectuaban a manera de comidas rotativas en casa de cada uno de los miembros.

(A la derecha, grímpola de la Cofradía)

Todos, tanto civiles como militares, tendrían luego una activa participación en la sedición contra el gobierno de Salvador Allende, en desatar el golpe y durante la dictadura. La coordinación de la intervención se centró en Viña del Mar, como lo afirmaría después el general Carlos Prats en The Times de Londres:

​«Fue allí en Valparaíso donde los oficiales comprometidos en la conspiración se reunieron en secreto con un oficial de Marines estadounidense, el mismo que después mantendría contactos con el almirante José Toribio Merino, Jefe de la Armada en Valparaíso e integrante de la Cofradía, ente primigenio del golpe. Ese hombre era el teniente coronel Patrick Ryan de la Oficina de Inteligencia Naval».

El golpe de Estado era planeado en agosto prácticamente por la totalidad de la plana superior de la Armada de Chile, salvo por el almirante Raúl Montero y alguno que otro oficial constitucionalista, que no representaba peso alguno dentro del estamento castrense, o bien, se encontraba aislado de las bases.

La cuestión es que la Armada obedecía de facto Merino. Algo similar sucedía en la Aviación, donde la excepción la marcaba el general César Ruiz, cabeza de la entidad.

Con el retiro de este último del Ministerio de Obras Públicas y Transporte y su renuncia al cargo de Comandante, en su lugar subió el general Gustavo Leigh, opositor al gobierno.

El Ejército estaba dividido, pero la balanza tendía cada vez más a favor de aquellos que propugnaban la opción del golpe, siendo la posición contraria la llevada por su comandante en jefe, Carlos Prats.

En Carabineros, por último, estaban a favor del golpe no más que dos o tres generales de baja antigüedad, entre ellos el general César Mendoza.

El asesinato de Charles Horman.

Charles Edmund Horman Lazar (foto) era un periodista estadounidense de tendencia liberal que estaba investigando la participación de la CIA en el asesinato de Schneider. La agencia de Horman citaría dos años más tarde acerca de estas reuniones en Valparaíso entre personal diplomático y naval norteamericano con los sediciosos chilenos.

Charles estaba en Viña del Mar el día del golpe militar, relacionándose con todo el equipo de inteligencia naval y militar de Estados Unidos a cargo de la asonada.

Al parecer fue «poco cuidadoso» en sus revelaciones, lo que llevó a que lo arrestaran, torturaran, asesinaran y, finalmente, lo hicieran desaparecer para ocultar la participación estadounidense, lo cual generó un caso de revuelo internacional.

Su amigo Frank Randall Teruggi Bombatch (foto), estudiante de economía, corrió la misma suerte.

Casi 40 años después, el juez especial Jorge Zepeda Arancibia, ministro de fuero de la Corte de Apelaciones de Santiago, ordenó el procesamiento por homicidio calificado del capitán de navío estadounidense Ray E. David Charles, ​a la sazón Comandante de Grupo de la Misión Militar de Estados Unidos en Chile.

El ministro de fuero (foto) solicitó a la Corte Suprema de Chile, el 19 de abril de 2012 que tramitara la solicitud de extradición del exmilitar estadounidense para ser juzgado en Chile, mas eso no sucedió, porque este murió de una «falla multisistémica» el 30 de abril de 2013 a la edad de 88 años en un hogar de ancianos en Providencia donde vivía.

Este es el tema que más complicaría a Estados Unidos; la extradición de Ray Davis no solo sería para responder sobre las responsabilidades individuales que su relación con estos delitos pudieron haber tenido.

Los antecedentes recopilados con referencia a la omisión que causó el bajo apoyo de la embajada estadounidense para ayudar a estos ciudadanos, más la información entregada que decantó en la relación directa en la ejecución de Teruggi, deja el espacio abierto a las acciones que Estados Unidos tuvo no solo en Chile, sino en todo el continente, y su culpabilidad en el asesinato de ciudadanos estadounidenses por cuestión de «seguridad nacional».  ​

Es probable que recuerden este caso por la película Missing («Desaparecido») de 1982 del director Costa-Gavras.

La intromisión estadounidense.

La irrefutable realidad, «desclasificada»:

El Archivo de Seguridad Nacional (NSA por National Security Archive) publicó una colección de documentos que proporcionan un registro detallado de cómo y por qué el presidente Richard Nixon y su asesor de seguridad nacional, Henry Kissinger, establecieron y siguieron una política de desestabilización en Chile, operaciones que «crearon las mejores condiciones posibles», como Kissinger dijo más tarde para el golpe militar que puso a Pinochet en el poder.

Las deliberaciones y decisiones detalladas que contienen aclaran las tergiversaciones de los antiguos políticos a lo largo de los años, incluyendo a Kissinger, de la verdadera intención de la postura de la administración Nixon hacia el gobierno de Allende.

(En la foto: Kissinger a la izquierda; Nixon a la derecha)

Según el analista principal del Archivo sobre Chile, Peter Kornbluh, «estos documentos registran el propósito deliberado de los funcionarios estadounidenses de socavar la capacidad de Salvador Allende para gobernar y “derribarlo” para que no pudiera establecer un modelo exitoso y atractivo para el cambio estructural que otros países podrían seguir».

Cuando las operaciones encubiertas de la CIA para socavar a Allende fueron reveladas en la portada del New York Times en septiembre de 1974 por el veterano periodista de investigación Seymour Hersh, el presidente Gerald Ford emitió un reconocimiento sin precedentes, aunque mendaz, de las operaciones encubiertas de la CIA.

Seymour (izquierda) y Ford (derecha).

Él dijo a la prensa: «El esfuerzo que se hizo en este caso fue ayudar a la preservación de los periódicos de la oposición y los medios electrónicos y preservar los partidos políticos de la oposición».

La intervención de Estados Unidos para preservar las instituciones democráticas de Chile fue, según Ford, «en el mejor interés del pueblo de Chile y, ciertamente, en nuestro mejor interés», mientras el régimen de Pinochet marcaba el primer aniversario de lo que se convertiría en una dictadura militar de 17 años.

El alboroto por el papel clandestino de Estados Unidos en Chile llevó a la primera investigación sustantiva del Congreso sobre las operaciones encubiertas de Estados Unidos, las primeras audiencias públicas sobre las operaciones de la CIA y la primera publicación de un importante estudio de caso, «Acción encubierta en Chile, 1963-1973», escrito por el comité especial del Senado presidido por el senador Frank Forrester Church (la que se conoció como «Comité Church», que operó entre 1975 y 1976).

«La naturaleza y el alcance del papel estadounidense en el derrocamiento de un gobierno chileno elegido democráticamente son asuntos de profunda y continua preocupación pública. Este asunto debe aclararse», declaró el senador.

La justificación de la «preservación de la democracia» dio un buen giro, pero está completamente refutada por los registros desclasificados de la Casa Blanca. Esos registros revelan que el Departamento de Estado de Estados Unidos, que temía un escándalo internacional si se exponían esfuerzos del país para derrocar a Allende, abogó por una política prudente de coexistencia, conocida como la «estrategia modus vivendi» —locución latina que se utiliza para referirse a un arreglo o acuerdo que permite que las partes en un conflicto coexistan en paz—, al tiempo que apoyaba a los partidos de oposición y reforzaba sus posibilidades de prevalecer en las elecciones de 1976.

La Oficina de Asuntos Interamericanos en un documento informativo durante el debate interno sobre cómo responder a la toma de posesión de Allende argumentó: «Si Washington violara su propia política pronunciada de “respeto por el resultado de las elecciones democráticas”, reduciría nuestra credibilidad en todo el mundo (…) aumentaría el nacionalismo dirigido contra nosotros, y sería utilizado por el Gobierno de Allende para consolidar su posición con el pueblo chileno y ganar influencia en el resto del hemisferio».

Los documentos del Consejo Nacional de Seguridad estadounidense, que Bill Clinton pidió que fueran desclasificados, incluyen el «Memorando de decisión No 93», con fecha 9 de noviembre de 1970, escrito por Kissinger y dirigido a los jefes de los departamentos diplomático, defensa e inteligencia.

Este documento declaró que la presión debería ser colocada en el gobierno Allende para prevenir su consolidación y limitar su capacidad de poner en práctica políticas contrarias a las de Estados Unidos e intereses hemisféricos, como la nacionalización total que haría Allende de varias empresas extranjeras y la industria del cobre.

La mancuerna Nixon-Kissinger:

Nixon convocó a su Consejo de Seguridad Nacional (NSC por National Security Council) para una reunión formal sobre qué política debería adoptar Estados Unidos hacia el nuevo gobierno de la Unidad Popular de Chile apenas asumido en la presidencia.

Solo unos pocos funcionarios que se reunieron en la Sala del Gabinete de la Casa Blanca sabían que, bajo las órdenes de Nixon, la CIA había intentado encubiertamente y sin éxito fomentar un golpe militar preventivo para evitar que Allende fuera investido.

El memorando de conversación secreto/sensible del NSC reveló un consenso de que la elección democrática de Allende y su agenda socialista para un cambio sustantivo en Chile amenazaban los intereses de Estados Unidos, pero puntos de vista divergentes sobre lo que Estados Unidos podía y debía hacer al respecto.

Por ejemplo, el secretario de Estado William Rogers se opuso a la hostilidad y agresión abiertas hacia Chile, y sugirió: «Una postura de hostilidad pública nos daría problemas en América Latina. Podemos apretarle la economía. Ha solicitado una reprogramación de la deuda pronto. Podemos ser duros. Podemos derrocarlo tal vez sin ser contraproducentes». Melvin Laird, el secretario de Defensa, por el contrario, coincidió en «hacer todo lo posible para lastimarlo y derrocarlo». De hecho, la línea más extrema, un golpe militar inmediato, vino de la CIA y de Laird.

Rogers (izquierda) y Laird (derecha).

Kissinger fue la influencia predominante en un esfuerzo sostenido para desestabilizar y socavar a Allende. Cuando le quedó claro que los esfuerzos de la CIA para fomentar un golpe de Estado antes de la toma de posesión de Allende el 3 de noviembre fuera probable que fracasaran, Kissinger presentó a Nixon sus argumentos iniciales para un enfoque agresivo a largo plazo que estaría enmascarado en su hostilidad:

  • Una sería una política francamente hostil, utilizando todas las presiones posibles y demostrando esa hostilidad de forma abierta;
  • La otra sería una postura públicamente «correcta» pero fría, con presión y hostilidad suministradas de forma no abierta y entre bastidores, y medidas hostiles demostradas públicamente solo en reacción a la provocación.

«Ambos cursos utilizarían en lo esencial las mismas medidas, por ejemplo, la actividad de la CIA, las presiones económicas y diplomáticas. La diferencia, y el problema, radica en la cuestión de cuán abierta debería ser nuestra hostilidad», sostuvo Kissinger.

Los representantes del Departamento de Defensa abogaron por un enfoque hostil sin ambages; los miembros del Departamento de Estado advirtieron contra la agresión abierta y presionaron por un enfoque más flexible que sostuvo la «opción de establecer relaciones amistosas con Allende en caso de que modere sus objetivos marxistas y autoritarios».

La CIA, representada por el director Richard Helms, el jefe de operaciones encubiertas Thomas Karamessines y el jefe de operaciones del hemisferio occidental, William Broe, apoyaron un enfoque hostil, a través de operaciones encubiertas, para socavar a Allende.

Helms (izquierda) y Karamessines (derecha).

Kissinger ocasionó que la reunión del NSC del 29 de octubre se pospusiera un día completo para poder ingresar a la Oficina Oval durante una hora e informar a Nixon sobre cómo debería empujar a la burocracia de política exterior hacia una postura de cambio de régimen.

Para explicar por qué una reunión del 5 se trasladaba al 6 de noviembre, un memorando al jefe de Gabinete Harry R. Haldeman del programador de Nixon declaraba: «Henry Kissinger vino esta mañana para tratar de ver si podíamos trasladar la reunión del NSC al viernes. Él siente que esto es muy importante porque el tema es Chile y Henry dice que es imperativo que el presidente estudie el tema antes de celebrar la reunión. Según Henry, Chile podría terminar siendo el peor fracaso de nuestra administración: “nuestra Cuba” para 1972».

Para su reunión privada con Nixon, Kissinger redactó un memorando exhaustivo que describía «las serias amenazas a nuestros intereses y posición en el hemisferio» y más allá de lo que Allende representaba, así como la amenaza de la posición del Departamento de Estado de que Estados Unidos debería adoptar «una estrategia de modus vivendi» con un gobierno de Allende y centrarse en derrotarlo en las próximas elecciones en 1976.

Con dramatismo, Kissinger le aconsejó a Nixon: «La elección de Allende como presidente de Chile nos plantea uno de los desafíos más serios jamás enfrentados en este hemisferio. Su decisión sobre qué hacer al respecto puede ser la decisión de asuntos exteriores más histórica y difícil que tendrá que tomar este año, porque lo que suceda en Chile durante los próximos seis a doce meses tendrá ramificaciones que irán mucho más allá de las relaciones entre Estados Unidos y Chile».

Como se refleja en el documento informativo, la principal preocupación de Kissinger sobre Allende era que había triunfado en elecciones libres, dejando a los Estados Unidos con poca libertad para oponerse de plano a su gobierno como ilegítimo, y sentando un precedente que otras naciones podrían seguir.

Kissinger advirtió: «El ejemplo de un gobierno marxista electo exitoso en Chile seguramente tendría un impacto en, e incluso un valor precedente para, otras partes del mundo, en especial en Italia; la propagación imitativa de fenómenos similares en otros lugares afectaría a su vez significativamente el equilibrio mundial y nuestra propia posición en él».

Kissinger presionó a Nixon para que rechazara la opción del modus vivendi del Departamento de Estado e instruyera al NSC a implementar una política hostil para socavar a Allende, pero enmascarada como una frialdad diplomática benigna hacia su gobierno.

En la reunión del CSN al día siguiente, Nixon repitió todo lo dicho por Kissinger y aconsejó: «Si hay alguna forma de desbancar a Allende, mejor háganlo».

Seis días después de la toma de posesión de Salvador Allende, la directiva autorizó a los funcionarios estadounidenses a colaborar con otros gobiernos de la región, especialmente Brasil y Argentina, para coordinar esfuerzos contra Allende; bloquear silenciosamente los préstamos de los bancos multilaterales a Chile y poner fin a los créditos y préstamos a la exportación de los Estados Unidos; reclutar a las corporaciones estadounidenses para que abandonaran Chile; y manipular el valor del mercado internacional de la principal exportación de Chile, el cobre, para dañar aún más la economía chilena.

La CIA fue autorizada a preparar planes de acción relacionados para su implementación futura. La directiva no contenía ninguna mención de ningún esfuerzo para preservar las instituciones democráticas de Chile o para trabajar hacia la derrota electoral de Allende en 1976.

Según la transcripción telefónica desclasificada de la llamada de Kissinger a Nixon, ambos discutieron la justificación del mandatario para intervenir contra Allende.

«Creo firmemente que esta línea es importante con respecto a su efecto en la gente del mundo», declaró Nixon, haciéndose eco del argumento que Kissinger le había presentado solo cuatro días antes sobre el “efecto modelo” de Allende. «Si (Allende) puede demostrar que puede establecer una política marxista antiestadounidense, otros harán lo mismo».

Kissinger estuvo totalmente de acuerdo. «Tendrá un efecto (…) incluso en Europa. No solo América Latina».

El memorando de decisión del 6 de noviembre a los Departamentos de Estado y Defensa y a la CIA incluso ponderó posibles formas de desestabilizar el mercado del cobre de Chile, su principal exportación. El director de Preparación para Emergencias, George Lincoln, abogó por eso, y Nixon al principio optó por la idea.

Pero otro participante señaló que el precio mundial del cobre ya había bajado significativamente y si Estados Unidos descargaba cobre de sus reservas, la medida sería demasiado obvia e ilegal según la ley estadounidense que rige la reserva. Se abandonó la manipulación del mercado del cobre.

La decisión final: Touché!

Ese término es también usado en esgrima para denotar que un oponente ha tocado a otro en un ataque. Pues, finalmente, eso fue lo que determinó hacer la administración Nixon con la presidencia de Allende.

Nixon ordenó derrocar a Allende mediante el Proyecto FUBELT, más conocido como Track II, cuyos aspectos se citan en los documentos desclasificados por los Estados Unidos publicados por el NSA del 11 de septiembre de 1998.

El gobierno estadounidense se encargó de estrangular la economía chilena. Nixon dijo que ningún nuevo compromiso de ayuda económica bilateral fuera emprendido con el gobierno de Chile. ​

Los bancos congelaron créditos y la administración estadounidense congeló la ayuda económica. El Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos cancelaron préstamos.

La ITT formó un comité de representantes de corporaciones estadounidenses para fraguar una estrategia contra Allende en contubernio con la administración Nixon. Se enviaron agentes de la CIA a sabotear la economía y fomentar un movimiento de oposición contra el gobierno de Allende, como el cierre patronal de camioneros que paralizó el sistema de transporte.

En los días posteriores a las elecciones del 4 de septiembre de 1970, Henry Kissinger sostuvo una serie de conversaciones telefónicas urgentes​ sobre «cómo hacerlo» en Chile. «No permitiremos que Chile se vaya por el desagüe», le dijo Kissinger en una de esas llamadas a Helms, quien le respondió «estoy contigo».

El 15 de septiembre, durante una reunión de quince minutos en la Casa Blanca a la que asistió Kissinger, el presidente Nixon instruyó a Helms, de que la elección de Allende era inaceptable, ordenando a la agencia actuar con su ya conocida frase «haremos chillar a la economía chilena», como lo registró Helms en sus apuntes. ​

Durante el levantamiento naval y la toma de Valparaíso por los marinos chilenos golpistas, barcos espías de la Marina de EEUU estaban atracados en el puerto ese día. Los barcos monitorearon el tráfico radial y telefónico de los militares chilenos el día del golpe y proveyeron a los organizadores con información acerca de unidades leales a Allende que pudieran hacer resistencia; de esa manera, los golpistas podrían reprimirlas y evitar la guerra civil.

El USS Jesse L. Brown estuvo en las afueras de Valparaíso sirviendo de nexo directo con el Pentágono. Este destructor de escolta reclasificado luego como fragata —que también estuvo en las aguas de Cuba durante la crisis de los misiles—, es de un tipo especial de nave destinado a la guerra electrónica.

A cargo estaba el Vicealmirante Frederick J. Harlfinger II. Es de común consenso entre los estudiosos del golpe que fue un plan casi exclusivamente naval con miembros de la Fuerza Aérea a la que se sumó a última hora Pinochet y el Ejército de Chile.

Los organismos de inteligencia naval de Estados Unidos tenían libre acceso a las dependencias de la Armada y al Ministerio de Defensa. El golpe naval se hizo bajo la cobertura de la Operación UNITAS.

Muchos de los oficiales de la Oficina Naval de Inteligencia que participaron en las etapas previas y en las acciones primeras del golpe estaban embarcados en buques de la Armada de los Estados Unidos navegando en las afueras de Valparaíso.

La participación estadounidense a gran escala fue ratificada en múltiples testimonios. Comandos clandestinos de las fuerzas especiales del Ejército y de la CIA habrían participado en allanamientos, el asalto a La Moneda y operaciones en Valparaíso y Viña del Mar. También hay testimonios de la presencia de personal norteamericano en interrogatorios a extranjeros en el Estadio Nacional.

(En la foto: Kissinger y Pinochet)

El Comité Church:

Para arrojar cierta claridad en lo anteriormente expuesto, cabe señalar que este es el término común en referencia al Comité Selecto del Senado de los Estados Unidos para el Estudio de las Operaciones Gubernamentales Respecto a las Actividades de Inteligencia, un comité del Senado de Estados Unidos presidido por el Senador Frank Church en 1975.

Este fue un precursor del Comité Selecto del Senado sobre Inteligencia de Estados Unidos, el comité de investigación de inteligencia acerca de la ilegalidad de la CIA y el FBI después que ciertas actividades habían sido reveladas por el asunto de Watergate.

En él se reconoce la complicidad de la CIA y de la Oficina de Inteligencia Naval, además del Gobierno de Estados Unidos en actividades terroristas en Chile que culminaron con el asesinato del General René Schneider.

Si quieres ver y/o leer los archivos desclasificados, sigue este enlace: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/4819.

Hay otros involucrados y quedarán expuestos en el próximo capítulo de este trabajo. Termina de enterarte.

Publicado por jmhernandezgonzalez

Cubano por nacimiento y corazón. Amigo de quien se lo merece, porque nada comparable con el amor a la familia como la lealtad a un buen amigo. ¿Escritor? Solamente sé que escribir para mí es más que multiplicarme en la inmensidad del tiempo y el espacio dando campanazos de imaginación.

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