
Había que traer a los nazis, así que entremos en esa etapa y lo que se hizo.
Traer a los nazis a toda costa
Por la tesis de Eldridge-Nelson conocemos que el Departamento de Guerra creó un comité para desarrollar una política más tangible a fin de explotar a los científicos alemanes.
El JCS creó un plan temporal, parecido a una política flexible, para traer a los individuos a los Estados Unidos, pero fue negado por el Comité de Coordinación de la Guerra Estatal y la Marina —con siglas en inglés SWNCC por State-War-Navy Coordinating Committee— debido a la falta de detalles sobre la futura explotación de los científicos.
Los planes para «políticas y procedimientos a largo plazo» que estaban en marcha, en este punto, todavía no tenían la aprobación del presidente Truman.

El jefe de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo de los Estados Unidos, Vannevar Bush, le expuso al presidente que los técnicos estadounidenses corrían el riesgo de perder su propio prestigio o posiciones en la comunidad científica si los expertos alemanes eran incorporados a la fuerza laboral. Estas preocupaciones no fueron atendidas, y el proyecto siguió adelante.
En abril de 1945, la directiva JCS 1067 sentó un precedente para el tratamiento de la Alemania de la posguerra y sus ciudadanos, parte del cual declaró que se prohibiría la producción y el desarrollo de armas, municiones y todos los demás implementos de guerra.
JCS 1067 fue una iniciativa temprana para crear una política de inmigración que permitiera a los técnicos alemanes ingresar a los EE. UU., pero lo más importante es que permitió a este país retirar a los científicos y sus materiales de la zona ocupada por los soviéticos.
Para mantener un rápido impulso de la inmigración de los científicos alemanes a los Estados Unidos, SWNCC aprobó la directiva 257/5 el 4 de marzo de 1946. Este informe declaró que SWNCC «ordenó a su Subcomité para Europa que preparara un documento sobre la explotación de científicos y técnicos alemanes con carácter de urgencia y que colaborara con el Comité Conjunto de Inteligencia (JIC)».
El documento se completó en un mes y advirtió sobre los intentos británicos, y los más amenazantes, los soviéticos, de asegurar a los técnicos alemanes. Los esfuerzos fueron declarados en nombre del interés nacional o «por razones de seguridad nacional».
En agosto de 1946, el JCS presentó una nueva directiva para la «Operación Paperclip», SWNCC 257/22, que Truman aprobó el 3 de septiembre, aumentando así el número total de científicos alemanes y sus familias autorizados a ingresar a los Estados Unidos a 1.000.
El coronel Thomas Ford, director en JIOA, escribió en una directiva del 3 de septiembre de 1946: «El Departamento de Estado aceptará como definitivos los informes de investigación y seguridad preparados por JIOA, para asegurar la autorización final de las personas involucradas».

En un artículo de Ralph Blumenthal (en la foto) de 1985 para el periódico The New York Times, el reportero explica que cuando la Oficina del Gobernador Militar en Alemania proporcionó informes de seguridad desfavorables sobre posibles científicos de Paperclip, la Agencia de Objetivos de Inteligencia Conjunta aconsejó a los oficiales del Ejército y la Marina en el programa que no enviaran los expedientes a los Departamentos de Estado o Justicia.
Un memorando de la agencia del 28 de noviembre de 1947 decía; «Esta agencia tiene la intención de pedirle al Cuartel General, Comando Europeo, que reevalúe estos informes con el comentario de que los sujetos de estos informes no se consideraban amenazas potenciales para la seguridad de los Estados Unidos y, por lo tanto, se cree que su clasificación como nazis ardientes debe revisarse ya que dicha clasificación es un obstáculo para la inmigración».

En el otoño de 1945, los científicos alemanes comenzaron a llegar a suelo estadounidense. No todos los hombres reclutados eran nazis u oficiales de las SS, pero los más prominentes y valorados entre ellos lo eran, habiendo trabajado directamente con Hitler o con miembros destacados del Partido Nazi, como Heinrich Himmler y Hermann Wilhelm Göring (en la foto).
En el análisis del libro de Annie Jacobsen escrito por James Norwood bajo el título Operation Paperclip: A Monstrous Distortion of History —«Operación Paperclip: Una distorsión monstruosa de la Historia»—, y publicado por Greg Burnham en assassinationofjfk.net,se explica que en la historia de la «Operación Paperclip» un punto de referencia esencial para Jacobsen es el Código de Núremberg, como resultado de los juicios penales de guerra llevados a cabo en Alemania por los aliados.
El Dr. Leo Alexander (foto) fue fundamental en proporcionar una plantilla para los principios morales que finalmente se ampliaron a seis puntos de conducta ética en la investigación médica. (bio en Apéndice)

(en el punto 6 del Apéndice 2 puedes leer una reseña biográfica de este doctor, que contiene datos interesantes de su vida y carrera, incluso el participar en la solución de un caso policíaco; sigue el enlace que te dejo a continuación: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8668)
En el núcleo de esos principios estaba el requisito en términos absolutos de «consentimiento informado» y «ausencia de coerción» para los seres humanos utilizados como sujetos en experimentos médicos. Pero durante los juicios de Núremberg, Paperclip estaba reclutando científicos que eran culpables de los mismos crímenes de guerra que dieron origen al Código.

Un civil prominente que hizo de Paperclip una operación en toda la extensión de la palabra fue el futuro miembro de la Comisión Warren, John Jay McCloy (en la foto).
Desde 1945, cuando era subsecretario de guerra, hasta su papel como presidente del Comité Coordinador Estado-Guerra-Marina —SWNCC por State-War-Navy Coordinating Committee—, y finalmente, hasta el momento de su nombramiento como alto comisionado de los Estados Unidos en Alemania en 1949, McCloy usó su autoridad para defender el programa científico nazi.
La oficina de McCloy en Fránkfort estaba ubicada a solo unos pisos por encima de la oficina de la CIA. Según Jacobsen, McCloy fue informado por su personal legal de que, como alto comisionado, «tenía la autoridad para hacer lo que creyera apropiado».
McCloy procedió a conmutar diez de las quince sentencias de muerte de un grupo de criminales condenados y alojados en la prisión de Landsberg.
En otro caso notorio, McCloy liberó de la prisión al industrial Friedrich Flick, que había sido juzgado y condenado en Núremberg, y quien luego se convirtió en la persona más rica de Alemania durante la Guerra Fría.


Prisión de Landsberg y Friedrich Flick.
McCloy incluso intentó conmutar la sentencia de prisión de Berthold Konrad Hermann Albert Speer, uno de los secuaces más leales de Hitler.
Uno de los reclutas premiados de McCloy fue Otto Ambros, el químico nazi que descubrió el gas sarín. Aunque fue condenado por asesinato en masa en los juicios de Núremberg, McCloy le concedió clemencia antes que el nazi firmara contrato con Paperclip y ayudara a Estados Unidos a construir un arsenal de sarín a una escala increíble.


Ya había 233 científicos de Paperclip en los Estados Unidos bajo custodia militar. Se le dijo al Departamento de Estado que esperara recibir, en los próximos meses, sus solicitudes de visa y las de sus familiares. La información contenida en los expedientes de seguridad OMGUS de los científicos prometía ser la «mejor información disponible».

Samuel Klaus (en la foto) sabía que este nuevo y vago lenguaje significaba que los oficiales de inteligencia militar podían retener información perjudicial sobre ciertos científicos de los funcionarios del Departamento de Estado. La vía para traer a los «ardientes nazis» y sus familias a los Estados Unidos estaba abierta.
La investigación de Linda Hunt reveló que en un memorando enviado el 18 de noviembre de 1947 por el subdirector de JIOA, Walter Rozamus —asistente de Wev—, a la División de Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército, este pedía que los expedientes con «información incriminatoria» debían ser retenidos.
Diez días después, les solicitó oficialmente a los investigadores del ejército que «reevaluaran esos reportes», pues aquellos individuos «no se consideraban una amenaza para los Estados Unidos, y su clasificación como “ardientes nazis” era una barrera para su inmigración». Rozamus estaba preocupado por adquirir a von Braun.
Pero los funcionarios militares estadounidenses consideraban a Paperclip ser de suma importancia para la seguridad nacional del país. El cuestionamiento del pasado moral de los participantes alemanes se convirtió en un punto de discordia dentro y fuera del dominio militar. Había pocos disidentes sobre cómo se manejaba Paperclip, y aún menos se pronunciaron en contra.

Dean Gooderham Acheson (en la foto) y Klaus eran conscientes de que JIOA había arrebatado el control de cómo se emitirían las visas y había redactado la directiva a su manera. La «Operación Paperclip» era entonces, oficialmente, un «programa de negación», lo que significaba que cualquier científico alemán de interés potencial para los rusos necesitaba serle arrebatado a los rusos, a cualquier precio.

El capitán de la Fuerza Naval Bousquet N. Wev (en la foto), director en JIOA, presentó los primeros expedientes del grupo de científicos a los departamentos de Estado y Justicia unos seis meses después de que Truman aprobara Paperclip. Se incluyeron informes de la OMGUS y el CIC. El trabajo de Wev era guiar los expedientes más allá de la junta de revisión, que incluía a Klaus, quien era un fervoroso enemigo de los nazis y exigía detalles.
Los informes de OMGUS sobre el primer grupo de científicos reclutados de Wev fueron preparados por hombres del CIC que lucharon por toda Europa y vieron la brutalidad nazi de primera mano. Conocían su trabajo e informaron que la primera ola de científicos estaba formada por ardientes nazis con crímenes de guerra.
CIC se transformó y corrompió rápidamente después del final de la guerra con la expedita movilización de tropas y el reemplazo de agentes que lucharon en la guerra con aquellos menos experimentados.

Los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos vieron las críticas de personas como el columnista Andrew Russell Pearson (en la foto) con desdén. Bousquet Wev desestimó el pasado nazi de los científicos como «un detalle baladí».
Wev, sin rodeos, expuso el caso del reclutamiento en un memorando del 27 de abril de 1948 al director de Inteligencia del Pentágono:
«Las investigaciones de seguridad realizadas por los militares han revelado el hecho de que la mayoría de los científicos alemanes eran miembros del Partido Nazi o de una o más de sus filiales. Estas investigaciones revelan además que, con muy pocas excepciones, tales membresías se debieron a exigencias que influyeron en la vida de todos los ciudadanos de Alemania en aquel momento».
Wev criticó las investigaciones demasiado escrupulosas del Departamento de Justicia y otras agencias que alegaban preocupaciones por la seguridad que ya no eran relevantes con la derrota de Alemania, y las «consideraciones prejuiciadas» sobre la naturaleza de las lealtades fascistas de sus reclutas.
En una carta de marzo de 1948 al Departamento de Estado, Wev evaluó la opinión predominante en el gobierno:
«Los funcionarios responsables opinan que, en lo que respecta a los científicos alemanes, el nazismo ya no debería ser tomado con seriedad desde el punto de vista de la seguridad nacional, cuando la amenaza mucho mayor del comunismo está poniendo en peligro al mundo entero. Yo coincido plenamente con este dictamen y lo considero una visión muy sólida y práctica, que sin duda debe tomarse en cuenta si vamos a enfrentar la situación que nos reta con un ápice de realismo. Continuar tratando las afiliaciones nazis como consideraciones significativas ha sido acertadamente expresado como “golpear a un caballo nazi muerto”».
En su informe del 27 de abril de 1948 a sus superiores, citó nuevamente la amenaza soviética:
«A la luz de la situación existente en Europa hoy en día, es concebible que el continuo retraso y oposición a la inmigración de estos científicos podría resultar en que, eventualmente, caigan en manos de los rusos, que luego obtendrían la valiosa información y habilidad que poseen estos hombres. Tal eventualidad podría tener un efecto más grave y adverso en la seguridad nacional de los Estados Unidos».
Los agentes de inteligencia de los EE. UU. estaban tan fascinados con su misión que hicieron todo lo posible para proteger a sus reclutas de los investigadores criminales del Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
Wev y Klaus pronto se convirtieron en enemigos acérrimos. Wev excluyó a Klaus de las reuniones de JIOA, le exigió que aprobara listas que no había visto y lo acusó de sabotear el proyecto. La solución de Wev fue exigir airadamente que OMGUS reescribiera los expedientes, eliminando cualquier información negativa, pero no antes de que la situación se convirtiera en una crisis.

Uno de los expedientes que Wev ordenó modificar se refería a Heinrich Kliewe (en la foto), quien había estado a cargo de la experimentación humana para el programa de guerra biológica de Hitler. Era un criminal buscado que cruzó la frontera hacia el sector francés para evitar ser arrestado.
Hamilton Robinson, director de la Oficina de Controles dentro del Departamento de Estado, fue puesto a cargo del problema de Paperclip. Robinson había sido un asociado legal cuando John Foster Dulles era asesor legal del Comité Coordinador de la Armada de Guerra del estado que originó Paperclip.
De inmediato, rechazó cinco expedientes, exigiendo más información sobre los antecedentes de los científicos. Samuel Cummings, del Departamento de Estado, se sumó a la crisis al señalar diferencias entre los expedientes de Wev y los documentos que se encontraban en el Centro de Documentación de Berlín.
Además de falsificar los expedientes, la rama G-2 del ejército comenzó una campaña de desprestigio contra los empleados del Departamento de Estado que rechazaban a los científicos nazis.
(en el punto 7 del Apéndice 2 hay una corta explicación sobre el G-2, suficiente como para no confundirse con otro; sigue este enlace: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8668)

Finalmente, Robinson fue llevado ante un subcomité de la Cámara de Representantes bajo acusaciones de simpatizar con los comunistas. El representante republicano Fred Ernst Busbey (en la foto) de Illinois presentó los cargos.
Aunque la Cámara de Representantes absolvió a Robinson, Busbey no cedió y llevó su campaña contra él y el Departamento de Estado a la prensa. El 27 de marzo de 1948, dos días después de un ataque acérrimo contra él y el Departamento de Estado, Robinson renunció. Fue el último perro guardián en ese departamento.
Además, las acciones de Patrick Anthony McCarran —un senador anticomunista que apoyaba a los fascistas como Francisco Franco Bahamonde, y quien también atacó al ala izquierda estadounidense con su Ley de Seguridad Interna de 1950, así como a los «comunistas e intereses judíos» con la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1952—, que le permitieron al secretario de Estado despedir a cualquier empleado que fuese juzgado como un riesgo para la seguridad, ya habían logrado 11 despidos.



Así, en la primavera de 1948, las compuertas de la inmigración nazi se abrieron. El general Lucius Dubignon Clay (en la foto) hizo sonar su mensaje de guerra; Busby había eliminado con éxito a hombres como Klaus, Cummings y Robinson del Departamento de Estado. Muchos científicos nazis ya estaban en los Estados Unidos, y la red de Gehlen y el ejército de Vlásov estaban completamente integrados en los planes de defensa y la inteligencia estadounidenses.
Para 1947, la operación de evacuación había movido cerca de 1.800 técnicos y científicos, junto con 3.700 miembros de familia. Aquellos con habilidades o conocimientos especiales fueron llevados a centros de detención e interrogatorio, como en Adlerhorst, Alemania o un DUSTBIN como el del Castillo de Kransberg para ser retenidos e interrogados, en algunos casos durante meses.


En el «castillo secreto» de Hitler lo que se veían eran cabañas como la de la foto de la izquierda, pero cada una escondía un gran búnker de hormigón de dos pisos —como el de la foto del centro—, disfrazado para parecerse a un típico Fachwerk o cabaña con entramado de madera.
Algunos de los científicos fueron reunidos como parte de la «Operación Overcast», pero la mayoría fueron transportados a aldeas en el campo donde no había instalaciones de investigación ni trabajo; se les proporcionaron estipendios y se les obligó a presentarse dos veces por semana en el cuartel general de la policía para evitar que se fueran.
La directiva del Estado Mayor Conjunto sobre investigación y enseñanza establecía que los técnicos y científicos deberían ser liberados «solo después de que todas las agencias interesadas estuvieran convencidas de que se habían obtenido toda la información de inteligencia deseada de ellos».
El 5 de noviembre de 1947, OMGUS, que tenía jurisdicción sobre la parte occidental de la Alemania ocupada, celebró una conferencia para considerar el estado de los evacuados, las reclamaciones monetarias que estos habían presentado contra los Estados Unidos, y la «posible violación por parte de los Estados Unidos de las leyes de guerra o Reglas de la Guerra Terrestre».
El director de Inteligencia de OMGUS, R. L. Walsh, inició un programa para distribuir a los evacuados por el Tercer Mundo, al que los alemanes se refirieron como el Urwald-Programm —«programa de la jungla»— del general Walsh.
Sin embargo, este programa nunca maduró, pues a los evacuados se les pagaron 69,5 millones de Reichsmarks o marcos imperiales de los Estados Unidos, moneda que pronto se devaluó severamente durante la reforma monetaria que introdujo el marco alemán como la moneda oficial de Alemania occidental.
John Gimbel, autor de trabajos como The American Occupation of Germany: Politics and the Military, 1945-1949, concluye que Estados Unidos retuvo a algunas de las mejores mentes de Alemania durante tres años, privando así de su experiencia a la recuperación alemana.

En virtud de la «Ley de personas desplazadas», un grupo caritativo religioso podía patrocinar a los emigrados. Así fue como Stanislaw Stankievich ingresó a los Estados Unidos después de que su archivo fue desinfectado. Fue un criminal de guerra y miembro del Einsatzgruppe B que ordenó el asesinato de más de 7.000 judíos en Borísov, Bielorrusia.
Una vez en los Estados Unidos, estos criminales de guerra eran libres de patrocinar a emigrados adicionales. Por este método, todo el gobierno nazi de Bielorrusia llegó a establecerse alrededor de Patterson, Nueva Jersey.
Por la tesis de Camarda conocemos que algunos de los nazis que trabajaban en el noreste viajaron al consulado de los Estados Unidos en las Cataratas del Niágara, Canadá, como lo habían hecho los refugiados de Fort Ontario. Pero muchos más de ellos trabajaron en Fort Bliss, cerca de El Paso, Texas; en White Sands Missile Range —el polígono de misiles— en Nuevo México; y a partir de 1950, en Huntsville, Alabama.

Era más fácil enviarlos para tramitar las visas a través de la frontera mexicana: a veces a consulados en Nuevo Laredo o Tijuana, pero a menudo en Ciudad Juárez.
De hecho, una fuente cita que a principios de 1950, la residencia en Estados Unidos para algunos de ellos se realizó a través del consulado de este país en Ciudad Juárez, Chihuahua, México, a fin de justificar la entrada «legal» de los científicos alemanes a Estados Unidos desde América Latina.
Probablemente, esa oficina quedó como definitiva para este trámite.
Así fue que, en palabras de Michael Mark Cohen:
«El 2 de noviembre de 1949 (von Braun) y su tripulación cruzaron el puente sobre el Río Grande hacia Ciudad Juárez, donde tomaron los tranvías para llegar al consulado de los Estados Unidos. Allí llenaron sus formularios de visa en un acto teatral orquestado por el Departamento de Estado. De acuerdo con sus papeles, (ellos) embarcaron en Juárez, llegaron a El Paso, el método de viaje indicado fue el transporte por tierra de la ciudad de Juárez… Con pasaportes sellados y un trabajo del Ejército, se convirtieron en extranjeros residentes de los Estados Unidos con la posibilidad de convertirse en ciudadanos estadounidenses».
Arthur Rudolph estuvo en un caso similar.
Los exnazis recibieron sus visas del mismo consulado donde el cónsul general William P. Blocker se las había negado a los mexicanos pre-examinados una década antes.
En el próximo capítulo: la competencia entre los militares para llevarse la mejor tajada del grupo de nazis. No te lo pierdas.
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