Operación Paperclip: en el lado oscuro de la intervención estadounidense en la II Guerra Mundial (I).

La Segunda Guerra Mundial está llena de pasajes de tipo militar y de inteligencia. Mientras más se hurga en ella, más detalles se encuentran en esa gama casi infinita de ocurrencias y vivencias. Como, por ejemplo, que batallones fronterizos de Dinamarca les hacían frente a las tropas invasoras alemanas sin saber que, casi al mismo tiempo, el gobierno danés se le rendía a la Alemania nazi.

A la par de las acciones militares, el trabajo de inteligencia y contrainteligencia jugó un papel importantísimo en el curso que siguió la guerra, que hoy conocemos. A continuación, les cuento sobre uno de ellos.

Nombre y motivo

La «Operación Paperclip» —o «Proyecto Paperclip»; esta palabra inglesa significa «presilla para papel o sujetapapeles» en español— fue el nombre en clave para un programa secreto de inteligencia de los Estados Unidos en el que más de 1.600 científicos, ingenieros y técnicos alemanes fueron llevados de la antigua Alemania nazi a los Estados Unidos como empleados gubernamentales después del final de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1959.

(esta imagen la tomé «prestada» del documento Operation Paperclip Casefile, un dosier compilado por Agent Orange en 1997 y publicado en archive.org, porque la considero muy representativa del tema a tratar).

Desde Washington, el Estado Mayor Conjunto de los Estados UnidosJCS por su nombre en inglés: Joint Chiefs of Staff— le dio órdenes a Dwight David Eisenhower de «preservar de la destrucción y tomar bajo su control registros, planes, libros, documentos, papeles, archivos e información y datos científicos, industriales y de otro tipo pertenecientes o controlados por los alemanes».

El general Carl A. “Tooey” Spaatz, comandante aéreo europeo, ordenó a todos aquellos «no involucrados en tareas operativas críticas» que ayudasen a buscar la «inteligencia técnica y científica» que podría ser «de asistencia material en el enjuiciamiento de la guerra contra Japón».

Eisenhower y Spaatz.

Así que, durante la primavera de 1945 las agencias estadounidenses y británicas se concentraron en las áreas de Alemania que serían transferidas al control soviético en julio de ese año.

Estados Unidos no estuvo solo en este esfuerzo. Gran Bretaña, Francia y especialmente la Unión Soviética también buscaron reclutar a estos expertos científicos alemanes. En una operación comparable, la Unión Soviética reubicó a más de 2.200 especialistas alemanes, un total de más de 6.000 personas, incluidos miembros de la familia, con la Operación Osoaviakhim durante una noche el 22 de octubre de 1946.

El plan original, sin nombre, era entrevistar solo a los científicos de cohetes.

Annie Jacobsen (en la foto), autora de Operation Paperclip: The Secret Intelligence Program to Bring Nazi Scientists to America, lo expuso de esta manera:

(sigue el próximo enlace para leer una reseña biográfica de Jacobsen en el punto 1 del Apéndice 2: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8668)

«En el otoño de 1944, justo después del desembarco de Normandía, dispersas entre las tropas de los Aliados están estas pequeñas unidades de oficiales de inteligencia científica y están trabajando para descubrir las armas biológicas de Hitler, sus armas químicas y sus armas atómicas».

«Los aliados no tenían idea de que Hitler había creado todo este arsenal de agentes nerviosos, de que estaba trabajando en un arma de peste bubónica. Ahí es realmente donde comenzó Paperclip, que fue el Pentágono dándose cuenta de repente: “Espera un minuto, necesitamos estas armas para nosotros mismos”».

«Estos oficiales de inteligencia finalmente descubrieron que mientras que el programa de armas atómicas no estaba tan avanzado como se temía inicialmente, las armas bioquímicas de Hitler lo eran. La búsqueda “de este tesoro científico y, en última instancia, de los propios científicos” encendió así la «Operación Overcast», rebautizada como «Proyecto Paperclip» por los clips adjuntos a los archivos de los «casos más problemáticos».

En una versión de este motivo, otra fuente afirma que «en noviembre de 1945, la operación pasó a llamarse «Operación Paperclip» porque los oficiales del Cuerpo de Artillería le colocarían una presilla (clip) a las carpetas de los expertos en cohetes que deseaban emplear en Estados Unidos».

Una tercera fuente se acerca a la versión del párrafo anterior al exponer que la operación se llamó así porque «los militares buscaban el rápido y favorable manejo (del expediente)».

En una cuarta versión, Miriam Fauzia, una reportera de verificación de hechos que colabora con USA Today, comenta en un artículo para usatoday.com del 2020 que «cuando el apodo de su vivienda, “Camp Overcast”, se hizo común en el uso conversacional y se conoció a nivel local, la tarea pasó a llamarse “Operación Paperclip”».

En el memorando TAB F-3 del personal del Comité Asesor a los Miembros del Comité Asesor sobre Experimentos de Radiación Humana del 5 de abril de 1995 a propósito del «Reclutamiento de científicos alemanes tras la Segunda Guerra Mundial – Projecto Paperclip», aclaran: «Se dice que el nombre en clave de esta operación se originó porque los documentos de los reclutas científicos estaban adjuntos con presillas a formularios de inmigración regulares».

Por cierto, Overcast —que significa «nublado»— fue el nombre que los miembros de las familias de los científicos alemanes le dieron al campamento de viviendas donde estuvieron recluidos en Landshut, Baviera, en el sur de Alemania, tras ser capturados.

Cualquiera que haya sido el motivo para el nombre, en el trabajo de Jeffrey St. Clair y Alexander Cockburn de 2017 para counterpunch.org, se revela este objetivo para tal operación: 

«Inicialmente, el reclutamiento de criminales de guerra alemanes se justificó por la necesidad de continuar la guerra contra Japón. Más tarde, la justificación moral tomó la forma de “reparación intelectual” o, como dijo el Estado Mayor Conjunto: “una forma de explotación de unas pocas mentes selectas cuya productividad intelectual continua queremos usar”».

«El respaldo a esta postura repulsiva provino de un grupo de la Academia Nacional de Ciencias, que adoptó una posición colegiada de que los científicos alemanes de alguna manera habían escapado del contagio nazi al ser “una isla de disparidad en la estructura política nazista”, afirmando que von Braun, Rickhey y otros traficantes de esclavos deben haber apreciado profundamente».

«En 1946, la lógica basada en la estrategia de la Guerra Fría se estaba volviendo cada vez más importante. Los nazis eran necesarios en la lucha contra el comunismo, y sus habilidades, por supuesto, tenían que serles negadas a los soviéticos. El 3 de septiembre de 1946, el presidente Truman aprobó el «Proyecto Paperclip» inspirado en Allen Welsh Dulles (en la foto), cuya misión era traer al menos 1.000 científicos nazis a los Estados Unidos».

Linda Hunt, reportera y productora de documentales, en su libro Secret Agenda: The United States Government, Nazi Scientists, and Project Paperclip, 1945–1990 —«Agenda secreta: El gobierno de los Estados Unidos, los científicos nazis y el proyecto Paperclip, 1945–1990»— dice sobre el objetivo real de la operación:

(en este enlace puedes leer una reseña biográfica de Hunt en el punto 2 del Apéndice 2: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8668)

«Es importante tener en cuenta que el proyecto fue dirigido por oficiales de inteligencia. Si bien al público estadounidense se le puede haber dicho que los científicos alemanes se consideraban valiosos debido a sus habilidades científicas, los oficiales de inteligencia que dirigían el proyecto tenían una agenda muy diferente. Vieron el proyecto como la explotación de inteligencia de Alemania, y lo mismo la Unión Soviética y Francia».

«Las decisiones que tomaron, a menudo en secreto, reflejaron ese punto de vista. A pesar de las políticas del Estado Mayor Conjunto, algunos de los traídos a los Estados Unidos bajo el proyecto estaban muy lejos de ser “científicos” o incluso alemanes o austriacos. Los científicos que llegaron fueron interrogados sobre lo que sabían sobre la Unión Soviética, y su correo fue constantemente examinado en busca de información de inteligencia».

Uno de los que quería «privar a los soviéticos de los talentos de los científicos nazis» era el jefe de la Radio Corporation of America —comúnmente conocida como RCA—, David Sarnoff, el principal asesor científico de Truman. A través de su filial, Transradio Chilena, y con pleno conocimiento de Sarnoff, RCA mantuvo un enlace de radio entre Buenos Aires y Berlín para los nazis.

David Sarnoff y el edificio de Transradio Chilena.

Usar la guerra contra Japón fue una justificación sin fundamento, en realidad, pues este país se rindió en un mes. La rendición del Japón imperial fue anunciada por el emperador Hirohito (en la foto) el 15 de agosto y firmada formalmente el 2 de septiembre de 1945.

En fin, el propósito real estadounidense con esta operación era obtener ventaja militar sobre la Unión Soviética en la posguerra —la cual se convertiría en la Guerra Fría soviético-estadounidense— y la Carrera Espacial que sobrevendría más tarde.

«Era 1946 y la Segunda Guerra Mundial había terminado menos de un año antes. En los memorandos de alto secreto que circulaban en el anillo de élite E del Pentágono, el Estado Mayor Conjunto se estaba preparando para la “guerra total” con los soviéticos, la cual incluiría las guerras atómica, química y biológica. Incluso establecieron 1952 como fecha estimada de inicio. Los jefes Conjuntos creían que Estados Unidos podría ganar esta guerra futura, pero no por razones que el público en general conocía».

Los anillos concéntricos se nombran —del centro hacia afuera— como A hasta E —con F y G en el sótano—. Las oficinas del anillo E son las únicas con vistas al exterior y generalmente están ocupadas por altos funcionarios. Antes de que se pueda tomar cualquier acción militar en cualquier parte del mundo, la misión debe ser planificada y aprobada en este anillo, el más importante del Pentágono. Aquí es donde se realiza el trabajo de más alto perfil, todas las operaciones deben ser aprobadas legalmente y el Estado Mayor Conjunto dar la luz verde.

«Desde el final de la guerra, a través de las ruinas del Tercer Reich, los oficiales militares estadounidenses habían estado capturando y luego contratando a los fabricantes de armas de Hitler (…) De estos científicos nazis, las organizaciones militares y de inteligencia de los Estados Unidos seleccionaron a quienes tenían conocimiento de las armas más amenazantes de Hitler, incluido el gas sarín y la peste bubónica».

También del memorando F-3 sabemos que, en el momento de su creación, Paperclip fue un tema de controversia en el Departamento de Guerra, como lo demuestra un memorando del 27 de noviembre de 1946 del General Leslie Richard Groves Jr., director del Proyecto Manhattan, relativo a la llegada a Estados Unidos del eminente químico Otto Hahn.

Groves escribió:

«El Proyecto Manhattan no desea utilizar los servicios de científicos extranjeros en los Estados Unidos, ya sea directamente con el proyecto o con cualquier organización afiliada.  Esta ha sido siempre mi opinión (…)  Sin embargo, quiero dejar claro que no pongo objeción a traer a los Estados Unidos a físicos tan cuidadosamente seleccionados que contribuirían en lo material al bienestar de los Estados Unidos y permanecerían de manera permanente en los Estados Unidos como ciudadanos naturalizados.  Recomiendo encarecidamente que los físicos extranjeros no intervengan en nuestro programa de energía atómica de ninguna manera.  Si a ellos se les permite ver o discutir el trabajo de del Proyecto la seguridad de nuestra información se saldría de control».

Los nazis siempre en mente

Cumplimentar sus objetivos contra la Unión Soviética fue la base de muchas acciones y decisiones de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial: la demora de la apertura del Segundo Frente pedido por Iósif Stalin (en la foto) desde 1942, la negativa de recibir la ayuda del Ejército Rojo en la campaña contra Japón, las negociaciones con la oficialidad de Hitler a espaldas de su «aliado» para que se le rendieran al ejército estadounidense.

Sobre esto último, el uso de los nazis en acciones contra el estado socialista se hizo cotidiano, aunque no del conocimiento de muchos en el aparato estadounidense. Pero sí fueron como el avance de las operaciones posteriores.

Con ayuda del libro The Nazi Hydra in America: Suppressed History of a Century —«La Hidra nazi en América: historia suprimida de un siglo»— del escritor Glen Yeadon y el investigador John Hawkins veremos un par de estos «recursos nazis» utilizados por los estadounidenses.

La red de Gehlen

Uno de los primeros nazis traídos a Estados Unidos, y quizás el que ejerció la mayor influencia sobre la política estadounidense, fue el mayor general de la Wehrmacht Reinhard Gehlen (en la foto), el oficial de inteligencia de mayor rango de los nazis en el Frente Oriental

Gehlen comenzó a planear rendirse a las fuerzas estadounidenses ya en el verano de 1944, y a cambio de liberarse del enjuiciamiento como criminal de guerra, ofreció algo de valor a ese ejército: microfilms con el vasto dominio de la URSS en la sección militar del Estado Mayor del ejército alemán, sellados en tambores impermeables y enterrados en los Alpes austríacos.

El 22 de marzo de 1945, Gehlen y sus principales ayudantes se rindieron al Cuerpo de Contrainteligencia —conocida en inglés como Army CIC, Counter Intelligence Corps— del Ejército de los Estados Unidos, y fueron llevados a Camp King (en la foto) cerca de Oberursel en la zona estadounidense en Alemania. Allí, poco a poco, le reveló al capitán John Bokor, el interrogador asignado, sobre sus microfilms secretos y una red de espionaje en ciernes dentro de la Unión Soviética.

Con la ayuda del coronel William Philip, jefe del centro de interrogatorios CIC en Camp King, Bokor logró que siete de los oficiales superiores de Gehlen fueran transferidos a allí, donde establecieron un «grupo de estudio histórico» como cobertura.  Los microfilms de Gehlen fueron enviados al campamento sin el conocimiento de la cadena de mando del CIC.

A pesar de los acuerdos en la Conferencia de Yalta que requerían entregar a los nazis del Frente Oriental a los soviéticos a cambio de ayuda en el regreso de los prisioneros de guerra estadounidenses liberados por el Ejército Rojo, Bokor continuó por su propia voluntad y mantuvo la oferta de Gehlen oculta de otros oficiales del CIC.

De izquierda a derecha: Churchill, Roosevelt y Stalin durante la Conferencia de Yalta.

A finales del verano, Bokor ganó el apoyo del general Edwin Luther Sibert y Walter Bedell Smith, e incluso el jefe de la OSS, William Joseph “Wild Bill” Donovan y el jefe de operaciones de inteligencia de la OSS en Suiza, Allen Dulles también estaban al tanto de Bokor y Gehlen. La Oficina de Servicios Estratégicos —u OSS por Office of Strategic Services— estaba compitiendo por el control de Gehlen y sus microfilms.

(hay una reseña biográfica de Sibert en el punto 3 del Apéndice 2 que puedes leer si usas este enlace: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8668)

La Inteligencia Secreta de Dulles tuvo contacto directo con Gehlen. No está claro cuánto sabía el presidente Harry S. Truman sobre Gehlen, pero los soviéticos levantaron enérgicas protestas acerca de él en la Conferencia de Potsdam, por lo que es seguro que Truman al menos estaba al tanto de los planes para usar su red de inteligencia.

A la izquierda: Churchill, Roosevelt y Stalin durante la Conferencia de Potsdam. A la derecha: Truman.

Dulles dispuso que se estableciera una instalación de inteligencia privada en Alemania Occidental, y la llamó Organización Gehlen.

En un año, los Estados Unidos establecieron la organización de Gehlen cerca de Pullach, Alemania, en un antiguo centro de entrenamiento de las Waffen-SS. El nazi eligió a 350 exagentes de inteligencia alemanes para que se unieran a él, un número que eventualmente creció a 4000 agentes encubiertos que formaron el Bundesnachrichtendienst (BDN), el equivalente de la CIA.

Con el estímulo de la CIA y el apoyo financiero de Licio Gelli (en la foto), esta organización creó «líneas de ratas» para sacar a los criminales de guerra nazis de Europa y que no fueran procesados por crímenes de guerra.

Mediante la creación de campamentos de tránsito y la expedición de pasaportes falsos, la organización ayudó a más de 5.000 nazis a abandonar Europa y reubicarse en todo el mundo, especialmente en América del Sur y Central.

Allí, asesinos en masa como Nikolaus «Klaus» Barbie (en la foto) —el carnicero de Lyons, Francia— ayudaron a los gobiernos a establecer escuadrones de la muerte en Chile, Argentina, Bolivia, El Salvador.

En 1954, el teniente general Arthur Gilbert Trudeau, jefe de la inteligencia militar de Estados Unidos, recibió una copia de un extenso informe preparado por el teniente coronel retirado Hermann Baun del personal de Gehlen. Baun era un oficial altamente competente que tenía una visión sombría de la red y odiaba a Gehlen por obligarlo a salir de su posición de inteligencia de posguerra con Occidente. El informe de Baun expuso los antecedentes de muchos de los miembros del personal de Gehlen.

La lista de Baun incluía a muchos otros oficiales de las SS que sirvieron en campos de concentración o fueron parte de los Einsatzgruppen y culpables de crímenes de guerra. La mayoría de ellos tenían poco conocimiento de la Unión Soviética, y su uso por la CIA es indefendible.

(en el punto 1 del Apéndice 1 puedes leer más información relacionada con la vida de Reinhard Gehlen y su organización; en el punto 2 sobre Hermann Baun; sigue este enlace: https://wordpress.com/post/elabrevaderojm.com/8667)


¿Cuál fue el otro «recurso nazi» que precedió a Paperclip? ¿Cómo sigue el tema sobre esta operación? Si no te pierdes la segunda entrega de este trabajo, te vas a ir enterando.

Gracias por leer, dejar tu opinión y compartir.

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Publicado por jmhernandezgonzalez

Cubano por nacimiento y corazón. Amigo de quien se lo merece, porque nada comparable con el amor a la familia como la lealtad a un buen amigo. ¿Escritor? Solamente sé que escribir para mí es más que multiplicarme en la inmensidad del tiempo y el espacio dando campanazos de imaginación.

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